Por Arturo Morales Tirado
Entre las décadas de 1530 y 1540, con la llegada de los primeros europeos a la Frontera de la Tierra Adentro entre la semidesértica Aridoamérica y la Mesoamérica volcánica, comenzó un proceso de intercambio cultural en nuestra región que, hoy en día, es la simiente de nuestra sociedad sincrética.
En aquellos años, la población local chichimeca, con diferentes grupos étnicos (caxcanes, guamares, huaxabanas), recibió la incursión de europeos españoles con aliados otomíes de Jilotepec, más algunos indígenas de Tlaxcala y Oaxaca; la motivación de los peninsulares y sus aliados indígenas era la de encontrar los minerales de metales preciosos en estas tierra de frontera geológica donde había presencia de las rocas metamórficas asociadas a los metales pesados preciosos como el mercurio, la plata y el oro. En forma paralela, otra de las motivaciones fue la de expandir el catolicismo como parte de la ideología dominante del naciente y poderoso Reino católico de España, el cual, desde 1492, se venía consolidando como la gran potencia político-militar de Europa.
A la llegada del primer virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, estas dos motivaciones pasaron a la acción, aprovechando las fundaciones en 1531 de San Juan del Río y Santiago de Querétaro por españoles y sus aliados indígenas liderados por los principales Hernando de Tapia (Conín) y Nicolás de San Luis Montañés. A partir de esos años comenzó este proceso de fusión de dos grandes columnas culturales, por un lado, la prehispánica mesoamericana en la región, con más de 2,000 años de evolución, y por otro lado, la europea-española, la cual, a su vez, tenía la ascendencia cultural de lo greco-latino (en su idioma, por ejemplo), lo judío y lo árabe, producto de más de 800 años de convivencia con los feudos católicos, hasta 1492, con la reconquista liderada por los Reyes católicos de España. A su vez, en uno de los primeros grupos de frailes misioneros católicos, con un misticismo propio de su época, arriesgando su propia vida, incursionaban para instaurar la fe católica entre los territorios de conquista militar.
Ya en las leyendas de la mítica batalla del cerro del Sangremal, en Santiago de Querétaro, donde en medio del fragor de la batalla entre chichimecas contra otomíes apoyados por españoles, apareció la Santa Cruz, de cantera con perfil octagonal, la cual, a la fecha, además de la fundación de uno de los conventos más grandes de la región (Convento de la Santa Cruz), comenzó a dar origen al sincretismo entre lo indígena americano y lo español europeo.
En San Miguel de Allende, después de una década de infructuosos intentos, se funda en 1542 el poblado de San Miguel de los Chichimecas, en torno a una capilla de vara y adobe (la cual sería destruida por los chichimecas tres años después), todo esto, en medio de la naciente Guerra chichimeca. Algunos años después, en 1546, en torno al descubrimiento de los veneros de plata y oro en Zacatecas y Guanajuato, se fundarían sendos reales de minas en 1546 y 1555, respectivamente; ante la apremiante necesidad de contar con un poblado intermedio seguro entre Guanajuato y Querétaro, en esos años, en la incipiente Ruta de la Plata del Camino Real de Tierra Adentro, siendo así la fundación de San Miguel como la Villa Protectora de San Miguel y a su alrededor diferentes poblados de indios de paz, teniendo como centros y emblemas administrativos pequeñas capillas donde se comenzaron a fusionar las dos tradiciones culturales: la católica-europea y la prehispánica- mesoamericana. Por años, por su denominación virreinal, se les conoció como capillas de indios.Cercano a la villa para criollos y españoles o de los cascos de hacienda, ventas y presidios, las comunidades y cuadrillas de indios de paz se establecieron en la zona de las capillas de indios. En este proceso centenario, en general, los líderes indígenas trataron de preservar sus costumbres y rituales, en gran medida relacionados con los ciclos naturales, que se vinculan con los ciclos agrícolas, enmascarados en el calendario ritual católico. En torno a los equinoccios, solsticios y días cenitales del Sol (2), se establecieron fechas rituales de gran importancia, en primavera-verano: la de el Señor de la Conquista (asociados a la siembra), la Santa Cruz (cultivo), San Juan Bautista (lluvias), San Miguel Arcángel (cosecha); en otoño-invierno: Virgen de Guadalupe (heladas recurrentes). Entre equinoccios y solsticios: San Isidro Labrador, Asunciónde la Virgen María, Día de Muertos, Virgen de la Candelaria. Estas fechas rituales celebradas como lugar central, cerca de las capillas de Indios, adoptaron pequeñas variantes en las diversas regiones de Mesoamérica; nuestra Frontera Tierra Adentro, no fue la excepción.