Por Arturo Morales Tirado
La sociedad cosmopolita contemporánea de la ciudad de San Miguel y la de su población mexicana local de la misma, su zona rural y área de influencia fisiográfica y cultural, más por intuición que por certeza de conocimiento, ha decidido establecerse y hacer su proyecto de vida en este paisaje natural y cultural auténtico, único, irrepetible y excepcional; aquí refiero algunas de las maravillas de esta Frontera de la Tierra Adentro, a partir de los argumentos de su evolución, al menos, en los últimos 50 millones de años en términos geológicos y en los últimos 2,500 años en términos de su evolución cultural.
En términos geológicos, geográficos y fisiográficos, estamos en la frontera entre la volcánica Mesoamérica y la semidesértica Aridoamérica; siendo parte activa de la frontera de la Placa Tectónica Norteamericana y la zona de subducción de la Placa Tectónica de Cocos formada hace 25 millones de años y que dio origen al Eje Neovolcánico Transversal, el cual, tiene, justo al sur del municipio de San Miguel al Campo Volcánico San Miguel de Allende, que incluye a 4 volcanes: el Zamorano, San Pedro, Támbula-la Joya y el Palo Huérfano o los Picachos, por cierto, San Miguel está asentada en la ladera noroeste de este último volcán.
A partir del término de la última gran glaciación, ocurrida aproximadamente hace unos 10,000 años, parte de los grandes mamíferos que habitaron la actual zona norte del municipio y la sur del municipio de Dolores Hidalgo, C.I.N. quedaron entrampados en los deshielos de las cañadas de este actual zona paleontológica que abarca más de 5,000 hectáreas con fósiles marinos de entre 50 y 25 millones de años y de megafauna de mamíferos como mamuts, gonfoterios, armadillos gigantes del tamaño de un carro, dientes de sable, etc. Zona paleontológica con más de 36 yacimientos fósiles que constituye la más extensa de Norteamérica de megafauna.
A partir del asentamiento de los primeros pobladores que, hace unos 2,500 años atrás, practicaron la agricultura en las márgenes de los ríos San Damián, Tlaxcalilla, el Laja, llamado anteriormente San Miguel y otros afluentes de éste último, parte de la tradición cultural chupícuaro de la Mesoamérica del período histórico del formativo o preclásico, marcaron la presencia humana de las primeras comunidades agrícolas de esta Frontera de la Tierra Adentro. A estas primeras comunidades indígenas, en el período histórico mesoamericano del clásico (entre 500 a 1,100 a.d.C.) la tradición cultural de los proto-toltecas, (quizá los antecesores de los actuales otomíes), quienes construyeron centros urbanos, militares, ceremoniales y mixtos y hoy constituyen un inventario de más de 90 sitios arqueológicos de más de 110 registrados por Luis Felipe Nieto Gamiño en 1988, lo que constituye actualmente un territorio arqueológico de esta Frontera de Tierra Adentro de más de 7,000 hectáreas; por cierto, al menos 4 de estos sitios arqueológicos en la actual zona urbana de la ciudad.
En el periodo postclásico mesoamericano hasta la llegada de los primeros españoles con sus aliados indígenas de otros grupos étnicos, el territorio de la Frontera de Tierra Adentro fue habitado por más de 4 grupos étnicos (copuces, guamares, guaxabanas, pames) de los 12 que en conjunto fueron llamados como chichimecas; estos, fueron expulsados de sus territorios originales, como resultado de la guerra chichimeca que se extendió por más de 50 años, así, los chichimecas locales, se replegaron a las serranías y las márgenes de los territorios agrícolas, y potenciales pastizales y agostaderos que los españoles usarían para cultivos y la introducción de ganado de pastoreo de origen europeo.
A partir de 1535, con la llegada del primer virrey, Antonio de Mendoza, a la Nueva España y ante los vestigios de rocas metamórficas (mármoles, cuarzos, piedras semipreciosas) asociadas a los veneros de metales preciosos, se comenzó el trazo del primer camino europeo en América, el Camino Real de Tierra Adentro, el cual en la segunda mitad del siglo XVI tendría una extensión de 2,600 km en sus ejes principales, sin contar con sus caminerías), desde Ciudad de México hasta Santa Fe, Nuevo México, pasando por Santiago de Querétaro (1531), San Miguel (1542-1555), Guanajuato (1555), Zacatecas (1546), entre otras. De este proceso y durante los tres siglos de dominación del imperio español, en la Frontera de Tierra Adentro, generó más de 300 capillas de indios, más de 30 cascos de Haciendas, más de 20 sitios con trojes – eras, cientos de norias, decenas de cajas de aguas y presas y represas, más: presidios, ventas, estancias, manantiales ademados, etc.
Al abandono de propiedades y tierras por efecto de la conspiración y primer ejército insurgente, la influencia del dictador Porfirio Díaz Mori, marcaría la remodelación de parte del territorio a partir de las vías ferroviarias, entre otros.
En síntesis, somos privilegiados de vivir y contar con un territorio de excepcional valor natural y cultural por su patrimonio lo que lo valora en forma natural como Paisaje Natural y Cultural de la Frontera de Tierra Adentro, propios de lo caracterizado por la UNESCO. Nuestra responsabilidad mínima, ante el desarrollismo urbano, es: protegerlo y engrandecer esta excepcional maravilla universal.