Por Yudi Kravzov
Cuando llegué al HANK ‘S ya había una ronda de cervezas y una orden grande de crujientes y deliciosos aros de cebolla en el centro de la mesa.
De entre la gente apareció Mike, quien fotografió los alegres cuadros de gran formato vertical del Maestro Scully para nuestro catálogo. Nos abrazamos con gusto y comenzó por decir que ambas piezas son una verdadera joya.
Mike fue un profesor de sociología en Boston, que desde siempre ha tenido debilidad por la fotografía. Por su misma formación tiene una manera cruda de ver la vida. Lleva meses rodeado de pesimismo asegurando que somos una raza egoísta y al final de cuentas, poco humana.
—…tantas cosas ir mal —decía Mike mientras jalaba una silla para sentarse en nuestra mesa con su cerveza en la mano—. No ser sorprendido de la maldad del mundo, ni paralizarme la desigualdad… lo único que yo saber es que debe ser reconocido el nivel de corrupción y las mentiras de instituciones en gobiernos de todos colores. Haber mucha hipocresía. Cada uno, hacer como que no ver catástrofe, pretender que la integridad, la honestidad y la decencia existir —y entonces, con lágrimas en los ojos, con el corazón en la mano aseguró— no acabar yo de entender, cómo de entre toda la gente que existir buena en mundo, tenemos gente tan, pero tan mediocre en poder. Mí no entender, —hizo una pausa para pedir otra cerveza— si la manera de tomar decisiones buenas es hacerlo en nombre de principios positivos, ¿por qué permitir nosotros que siga en nombre de poder, odio, venganza y dinero? Ser imposible pasar por alto no tener principios. ¿Dar tu cuenta? —me preguntó directo y alzó la voz—, ¿si integridad, honestidad se vender, resultados estar siempre equivocados? ¡Se está pudriendo el mundo! —gritó Mike en perfecto español sin darse cuenta y dio un sólido puñetazo en la mesa.
En ese instante rugió un relámpago seco que acalló esa cadena de temas discordantes. Se hizo un silencio incómodo. Fue entonces que saqué de entre mis cosas los dibujos que hice en el DRINK AND DRAW en la galería con la maestra Paola Ripoll la semana pasada.
Por supuesto que mis trazos se veían jóvenes, era evidente que yo necesitaba horas de práctica, pero puedo asegurar que la composición en sí no era mala. Todos los de la mesa comenzaron a estudiar mi trabajo. Criticaron la caída de los pechos, la proporción de la cintura, la belleza natural de la modelo. Se habló de la simetría y de manera radical el ambiente comenzó a transformarse. Otra vez ante mis ojos, el arte ofrecía un suspiro de paz, generaba un paréntesis virtual, donde ni la variedad social, ni nuestros diversos orígenes tienen importancia; el arte creaba un espacio donde gente con distintos orígenes, empleos, géneros, profesiones, oficios y situaciones podemos coincidir.
Mike se sentó a mi lado, tomó mi dibujo y ensimismado, con el dedo índice comenzó a delinear en silencio los pechos de mis trazos. Pude ver cómo su enojo menguaba; luego preguntó dónde y en cuánto tiempo lo había dibujado. Contesté que era mi primer trabajo. Una sola tarde. Todos los miércoles de 4-6 en la Galería Irma Appel.
—Es un oasis de dos horas frente a un desnudo con lápiz y papel en mano —le aseguré y con una sonrisa Mike felicitó mi valentía, aplaudiendo mis trazos inexpertos y ya, en corto, le dije al oído que así es como yo reconstruyo el mundo, que a mí también se me está cayendo a pedazos.