Por Alejandro Angulo
Las campañas de reforestación ya han iniciado, justo en vísperas de las lluvias para que logren sobrevivir los ejemplares plantados. Ahora bien, puede parecernos que la necesidad urgente y primordial es plantar un árbol, no obstante, a pesar de que la naturaleza por sí misma tiene formas de reproducirse, con la ayuda del humano puede alcanzar ritmos más acelerados y mayores cantidades, lo cual es completamente cierto, empero, si la elección o voluntad del ser humano es un tanto irresponsable, omisa, negligente y hasta negativa, ello no contribuirá a aumentar la masa arbórea, luego entonces, en estos tiempos de cambio climático y pérdida de biodiversidad, no hay demasiado tiempo para esperar el ciclo natural de reproducción, razón por la que el factor decisivo es el humano en los procesos de incremento de arbolado y/o naturalización de las ciudades, de ahí que entonces las campañas deben iniciar con la reforestación de las conciencias y corazones, para que se produzca un gran movimiento socioambiental que logre los cambios necesarios y en la magnitud suficiente.
De ahí que se torna pertinente el concepto creado por María Mercé Conangla y Jaume Soler en 2002 de la Ecología Emocional, señalando que “es el arte de gestionar nuestras emociones de tal forma que su energía sirva para mejorarnos a nosotros mismos, aumentar la calidad de nuestras relaciones y tener mayor cuidado del mundo que nos rodea”, en otras palabras, esta ecología emocional al dirigirla a nuestras conciencias provocará una acción positiva en el ser humano para mejorar, desde luego, al planeta, la naturaleza, la biodiversidad y en última instancia, al propio ser humano.
Reforestar nuestras conciencias en una primera instancia sacudirá nuestros erróneos paradigmas, nuestra pasiva y muchas veces nefasta actitud. Hemos sido testigos del gran esfuerzo que realizan los activistas ambientales en este rubro, pero ellos actúan con convicción. Ahora en las campañas de reforestación vemos cómo los padres llevan a sus hijos, lo cual habla de una reforestación del corazón, pues lo hacen por responsabilidad futura, lo hacen por convivencia, y lo hacen porque se sienten felices al realizar acciones que benefician a los demás en términos ambientales.
Esta ecología emocional se sustenta en los siguientes principios de acuerdo a los autores;
“Principio de responsabilidad en la gestión de nuestras emociones: no podemos decidir lo que sentimos, pero sí lo que hacemos.
Principio de prevención: debemos hacer buen uso de nuestra energía emocional y no derrocharla en acciones negativas o autodestructivas, para poder enfrentarnos adecuadamente a los diferentes retos en la vida.
Principio del respeto: es necesario crear un clima emocional positivo, basado en el respeto mutuo.”
Reforestar nuestra conciencia equivale a plantar vida en nuestra vida misma (dejar de ser muertos vivientes), en nuestras emociones (alejarnos de la depresión y autodestrucción), en el quehacer positivo y por el bien común (pensar en los demás y desechar la avaricia), es retomar los valores éticos, abrirnos al mundo exterior, hacia los demás, hacia lo fundamental, hacia la naturaleza y luchar por la vida del planeta y sus especies.
Por ello, la ecología emocional promueve un modelo de persona más sostenible y equilibrado que se responsabiliza de la gestión de su mundo afectivo para construir una felicidad auténtica y serena. Se plantea la importancia de fomentar una visión global integradora que, mediante un cambio profundo de ideas, fomenta la cultura de la sostenibilidad.
Visto en su conjunto, debemos iniciar con la reforestación de nuestras conciencias y el corazón, para continuar con la reforestación arbórea.
Esta reforestación emocional también actúa en la disminución de conflictos entre las personas, su entorno y con la sociedad, al canalizar la energía de forma positiva, propositiva y para los demás.
Un árbol necesita de suelo, de agua y luz solar entre otros, y así pasa con el ser humano, necesitamos de los demás para sobrevivir, para estar bien y desarrollarnos, sin resentimientos, culpas ni odio.
Necesitamos muchos árboles en nuestras conciencias, acciones, relaciones, valores y emociones.
Bienvenida la reforestación de la conciencia y el arbolado.