Por Francisco Peyret
De cara a las elecciones presidenciales del 2024, muchos actores políticos mexicanos están ahora hablando de la polarización social que se está generando en México como un fenómeno que está surgiendo recientemente. Por un lado, ahora resulta que la polarización social en nuestro país la está inventando el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y, por el otro lado, aparecen grupos de oposición política al Gobierno Federal preocupados por las desigualdades sociales y la falta de unidad nacional. Desde mi punto de vista, estas dos ideas me parecen desproporcionadas y tramposas: simplemente son argumentos superficialmente creados para justificar sendas campañas políticas que se están preparando para las contiendas electorales del 2024.
Es verdad que al interior de los países, recientemente se están polarizando las sociedades. Una vez que se han desgastado los sistemas de partidos, de los que los ciudadanos estamos muy decepcionados, estos brindan una oferta entre liberales o conservadores, capitalistas o socialistas y toda la gama de oportunidades a escoger entre la izquierda radical y la derecha extrema. Los pensadores de la geopolítica hoy en día hablan de una nueva batalla entre los globalistas (neoliberales) frente a los nacionalistas (populistas), claro con el debido cuidado porque para cada caso, para cada país, existen matices, porque cada nación tiene su historia y complejidad social.
El origen de la polarización en México como nación surge a partir del movimiento de la Independencia de 1810, recordemos que los conspiradores comandados por Ignacio Allende estuvieron inicialmente motivados por la invasión de la Francia de Napoleón Bonaparte a España (1808), hecho que afectaba directamente a la vida de la Nueva España. En ese entonces México todavía no era un país, pero del proceso independentista surgieron dos frentes que lucharon por la construcción de una república, pero como en otras naciones en el mundo, había que definir el papel que jugaría la Iglesia y la monarquía en el desarrollo de ese nuevo régimen.
Durante una buena parte del siglo XIX, México se fue conformando lenta y dolorosamente como una república, en medio de una batalla entre los que se definieron como liberales y conservadores. Los primeros surgen de la línea que tiene origen con Miguel Hidalgo y José María Morelos, con influencia de los pensadores franceses y norteamericanos, los segundos tenían una idea, sí de un país independiente, pero con la necesidad de la figura del monarca y la iglesia con un papel efectivo en el juego político. Finalmente este largo proceso se definió cuando Benito Juárez y los liberales fusilaron al Emperador Maximiliano de Habsburgo en 1867 e instalaron un Estado laico, como lo conocemos hoy en día.
Al final del Siglo XIX, Porfirio Díaz, que fue un liberal reconocido, gobernó con una idea que se fue cargando a los valores de los conservadores. Poco a poco el gobierno se fue reconciliando con la Iglesia Católica, centralizó el poder por 30 años y jugó abiertamente con los intereses extranjeros en sectores como el petróleo, la minería y los ferrocarriles. Para 1910 y como consecuencia de una larga Dictadura, la Revolución Mexicana fue un proceso que los liberales nacionalistas consumaron con la Constitución de 1917, que proclamaba la propiedad del Estado sobre los bienes de la nación.
Con sus dificultades, el movimiento liberal en México, a través de un partido político, consolidó el proceso revolucionario, se apropió de la historia y los héroes de la Independencia, Reforma y Revolución Mexicana. El Partido Revolucionario Institucional (PRI), a partir de los años 30, volvió corporación a las cámaras empresariales, a los sindicados obreros y a las organizaciones campesinas. Este partido también institucionalizó la educación pública y absorbió a los gremios científicos y culturales. Para la segunda mitad del Siglo XX, vivir en México fue muy particular, el Estado era un monolito poderoso que parecía eterno, era simplemente omnipresente.
A los políticos mexicanos ya se les olvidó ese pasado reciente, cuando la historia y las noticias eran asuntos oficiales, ahora despiertan en el Siglo XXI descubriendo que hay conservadores y liberales, que también hay pobres y clases sociales. Me parece que México tiene un alto nivel de cinismo en la política y en los medios de comunicación que representan intereses muy claros. En una buena parte del siglo pasado no hubo libertad de expresión, no había competencia por el poder político, éramos una sociedad rígida que se movía de acuerdo a los dictados de un régimen absoluto. En los ochentas, el escritor Vargas Llosa, en un foro que organizó Octavio Paz con Televisa, definió al Estado Mexicano como la «Dictadura Perfecta», sino mal recuerdo al otro día Vargas Llosa ya no estaba en México.
La buena noticia es que en el presente siglo, con el desarrollo de los medios digitales, estamos descubriendo quién es quién en la vida política. Casi todos los políticos mexicanos se dicen socialdemócratas. Están lejos de serlo y los ciudadanos de creerlo, cada día están más al descubierto. Desde mi punto de vista todo mundo tiene derecho a representar sus ideales y luchar por sus intereses, pero que se haga de frente. ¡Fuera máscaras!