Por Rodrigo Díaz Guerrero
A principio de año, junto con mi amigo Josemaría Moreno, dimos un charla a la que titulamos “El Ser Narrativo”, cuya premisa era reconocer nuestra capacidad narrativa—más allá de ser algo inevitable— como un elemento del que echamos mano para darle sentido a nuestra existencia. Hasta donde sabemos, somos los únicos seres que nos contamos las cosas que nos pasan, así como nos pasan, diría el filósofo español Miguel Morey. Al ver la obra de René Torres Escoto irremediablemente volví a esta reflexión. En su cámara, en su ojo, hay ese reconocimiento narrativo que le da sentido a nuestra existencia, desde los niveles más sutiles hasta los más ostentosos. La cámara fotográfica, efectivamente, es un artefacto que nos congela un momento cualquiera en un contexto cualquiera, y en ello radica el arte per se: un momento puede contar una historia, o sugerirnos la historia que no se cuenta, pero que se sospecha; y, para ello, hay que saber mirar.
René Torres Escoto (1980) nació en la Ciudad de México, es licenciado en psicología por la Universidad Veracruzana, ha realizado diversos estudios afines a las artes visuales y actualmente cursa la maestría en Producción Artística MaPA en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Cuenta con veinte exposiciones individuales en ciudades como Xalapa, Querétaro, San Miguel de Allende, CDMX y Chicago; y otras tantas colectivas en Argentina, Colombia, Perú, España y EE.UU. Platicamos con él y aquí les compartimos esta breve charla:
RDG: ¿Qué virtudes y alcances ves en la fotografía en términos de arte?
RTE: Cuando la fotografía nació, liberó a la pintura de la responsabilidad de “reproducir la realidad” y los pintores aprovecharon la nueva libertad para romper cada una de las reglas a través los “ismos”. A veces creo que el video liberó a la fotografía, y los fotógrafos por fin comenzamos a explorar el medio, sin embargo, la reproductibilidad, la dependencia de la tecnología y la popularización de la fotografía a través de los dispositivos digitales con cámara, son factores que siguen pesando a la hora de equipararla en el mercado con otros soportes como la pintura o la escultura. Pero en cuanto al futuro de la creación de imágenes, creo que cuando la fotografía química deje de pelearse con la digital, con la inteligencia artificial, e inclusive con otros soportes, las fronteras entre técnicas y disciplinas se borrarán y se entenderán todas las posibilidades como herramientas complementarias. En ese punto lo realmente importante será el contenido, y la técnica o técnicas elegidas estarán directamente vinculadas a él.
RDG: ¿Hubo alguna epifanía particular que te empujó a saltar de la psicología a la fotografía?
RTE: Fui fotógrafo antes que psicólogo, solo que lo olvidé por unos años. Después descubrí que la fotografía y la psicología son mejores amigos.
RDG: Hay muchas formas de definir y de abordar el arte, pero una que me parece innegable es su función como medio o vehículo de exploración. Un artista se conmueve, reflexiona y provoca con su trabajo. ¿Qué explora René Torres, qué pretende encontrar con el ejercicio artístico?
RTE: Mi motor es la banalidad. Sobre todo me gusta trabajar en proyectos que si no son hechos, no pasa nada. Trabajar con lo invisible (lo cual eso es un reto desde la fotografía). En estos momentos más que la fotografía, me atrae la fotosensibilidad, la idea de trabajar con un material que registra el tiempo y lo que sucede frente a él mediante su reacción a la luz. Todo el mundo es fotosensible, todo y todos somos afectados por la luz y reaccionamos a ella, desde la banca del parque que se va opacando hasta nuestra piel en la playa, esta idea me permite trabajar con “lo fotográfico”, pero sin la necesidad inmediata de tecnología. Una persona con la espalda quemada por el sol puede ser la fotografía andante de sus vacaciones. Con esa premisa trabajo por ahora.