Parte 2
Por Alejandro Angulo
El referido Informe puntualiza cinco Objetivos a saber:
ODS 6, garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos. La conclusión versa que la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento en América Latina y el Caribe, lleva a la conclusión de que la región, como un todo, está desalineada de la trayectoria necesaria para lograr los ODS.
En 2020, aún 161 millones de personas no tenían acceso a agua potable gestionada sin riesgos, y 431 millones de personas no contaban con saneamiento gestionado sin riesgos.
Se estima que un 25% de los ríos de América Latina se encuentran afectados por contaminación patógena severa y que se registran concentraciones mensuales de bacterias coliformes fecales superiores a 1.000 unidades en 100 ml (PNUMA, 2016), como efecto directo de la falta de tratamiento de las aguas servidas.
Se ha estimado que un impulso de inversión anual en infraestructura hídrica, equivalente a un 1,3% del PIB regional durante diez años, permitiría en las condiciones actuales (la innovación podría reducir ese monto) universalizar el acceso al agua potable y el saneamiento gestionados sin riesgos, cumpliendo así con el derecho humano a estos servicios, con múltiples beneficios socioeconómicos y ambientales (CEPAL, 2021b).
La CEPAL ha calculado que invertir en sistemas de tratamiento de aguas y recuperación de metano para la generación de energía y autoconsumo en 75 plantas de ciudades intermedias (de entre 300.000 y 2,3 millones de habitantes) distribuidas en cinco países de la región (Bolivia, Colombia, Costa Rica, México y Perú), tendría una relación costo-beneficio positiva, disminuiría los costos de operación de las plantas en aproximadamente un 40% y reduciría las emisiones de metano en un 86%.
La región difícilmente alcanzará el ODS 6 en 2030, a menos que se tomen acciones inmediatas, se realicen inversiones y se mejore la institucionalidad y la gobernanza.
ODS 7, garantizar el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para todos. América Latina y el Caribe muestran avances sustanciales en lo referente al cumplimiento del ODS 8. El acceso a servicios energéticos de electricidad es relativamente alto y se incrementó de manera significativa la proporción de energías de fuentes renovables en la matriz energética, que, aun así, sigue estando altamente basada en combustibles fósiles, siendo vulnerable a choques externos. Por otra parte, aún persiste la pobreza energética multidimensional y se observa un rezago en materia de eficiencia energética en casi todos los sectores. Todos estos desafíos regionales presentan, al mismo tiempo, oportunidades de transformación frente a las cuales se debe actuar inmediatamente.
ODS 9, construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación. Si bien la industria manufacturera seguirá teniendo un papel importante en las políticas de desarrollo productivo, es esencial diseñar estrategias que abarquen al conjunto de los sectores productivos. Las políticas industriales modernas deben poner el foco en las profundas transformaciones impulsadas por la transición ambiental y la revolución digital, lideradas por el sector de los servicios modernos de alta sofisticación, con miras a responder adecuadamente a los retos que estas transformaciones implican. Para enfocarse en dichas transformaciones, se requiere adoptar políticas productivas dirigidas a la transformación y la diversificación, sostenerlas en el tiempo y fortalecer las capacidades del Estado para diseñar e implementar políticas eficaces.
ODS 11, lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
América Latina y el Caribe fue la primera región del mundo en desarrollo que enfrentó un intenso proceso de crecimiento urbano. Se estima que en 2030 el 86,5% de la población de América del Sur vivirá en ciudades, lo que la convierte en la región del mundo en desarrollo más urbanizada del planeta. En el Caribe y Centroamérica, así como en México, en tanto, el 76,2% y el 78,5% de la población, respectivamente, reside en urbes, lo que confirma que en la región los problemas —y las soluciones— tienen un tono mayoritariamente urbano.
Las manchas urbanas se expanden en muchas ocasiones más allá de las necesidades poblacionales, sin garantizar vivienda social espacialmente integrada y desaprovechando los beneficios de la valorización urbana para financiar inversiones en infraestructura.
La tendencia de los indicadores es correcta, pero los avances son demasiado lentos para que pueda alcanzarse la meta en 2030.
La población que vive en asentamientos precarios es una situación consustancial al crecimiento urbano en la región, que ha disminuido en términos relativos. Sin embargo, este avance se ha estancado y el escenario futuro es preocupante.
El acceso a un servicio de movilidad pública, sostenible y de calidad constituye uno de los grandes retos de la región. Las pérdidas de tiempo y las consiguientes repercusiones negativas en la calidad de vida y la productividad inciden de manera desproporcionada en los hogares de menores recursos.
ODS 17, fortalecer los medios de implementación y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible. Una restricción importante que enfrentan los países de América Latina y el Caribe se refiere a las limitaciones en la movilización de recursos externos por su clasificación como países de renta media.
El reto principal es atender la compleja coyuntura con un enfoque de largo plazo y generar estrategias de Estado, que miren más allá de períodos administrativos específicos de gobierno.