Por Clare Howell
Traducción por Jessica Ripoll
Viejo chiste soviético: P. ¿Que es un historiador? R. Alguien que puede predecir el pasado.
Originaria de San Antonio, Texas, no teniendo la suficiente madurez a mediados de los 1950s y viendo a Fess Parker (el David Crockett de la televisión, rondando los bosques de Kentucky haciendo buenas obras), yo estaba bien creída del mito del Álamo —la audaz, última resistencia de una banda rudimentaria de voluntarios, todos dando su vida para que triunfara la libertad sobre la tiranía de Santa Ana. No hay duda de que aquellos 185 hombres que murieron, junto con 400 soldados mexicanos, desplegaron gran coraje físico. Pero otro aspecto de esta lucha por ‘la libertad sobre la tiranía’ fue la libertad para tener esclavos, sin mencionar tomar tierras mexicanas por la fuerza y declararse una República. Esto se llama Destino Manifiesto.
“Olviden el Álamo…” viene de tres texanos que estudiaron la literatura y películas (El Álamo con John Wayne, 1960), a través de generaciones de historias encantadas y hagiografías de Travis, Bowie y Crockett en lo que llegó a conocerse como la heroica narrativa anglosajona; y en nuevas voces latinas, indígenas y negras que agregan correctivos a lo que un joven historiador revisionista llama, “el humo de las armas y la porquería”.
“Texas debe ser un país de esclavos, las circunstancias y una necesidad inevitable lo requiere… Nada es deseado pero el dinero y los negros son necesarios para lograrlo.” — Stephen F. Austin, 1832.
En los 1820s, el territorio texano de México estaba escasamente habitado; las pequeñas granjas eran difíciles de mantener debido al clima y el terreno, pero principalmente debido a las incursiones Comanches —los indios que devastaron los ranchos y granjas cada vez que querían ganado, caballos y provisiones. El gobierno mexicano no pudo someterlos, por lo que ordenaron que se evacuara el territorio. Después se invitó a colonos americanos a establecer granjas para asegurar el territorio. Ellos nunca previeron la venida del algodón.
La desmotadora de algodón, inventada en 1793, empezó a hacer las grandes plantaciones más económicas en los años 1830s. A principios de 1800s, los principales cultivos del sur eran azúcar, arroz y tabaco, ninguno de los cuales era demasiado rentable. Pero en 15 años, “… el algodón y la esclavitud transformaron Texas de un lugar semidesértico empapado de sangre a un lugar donde se hacían fortunas.”
Los mexicanos, que se liberaron de la opresión española después de 300 años (en 1810), eran abolicionistas. A los americanos les gustaba considerar al nuevo gobierno como retrógrado, pero en realidad estaba dedicado a las ideas liberales. “Igualdad de derechos para todas las razas había sido el grito de guerra de la revolución; en una tierra donde el 60 por ciento de la población era mestiza, este fue un mensaje poderoso.”
Los americanos del sur acaudalados creían que la esclavitud, la cual ha existido a través de toda la historia registrada, era dispuesta por Dios. Ellos sostenían como un deber sagrado extender la democracia y la esclavitud, y no iban a dejar que los mexicanos los detuvieran.
Esto creó una situación insostenible para ambas partes. La victoria pírrica de México en el Álamo —causada cuando se puso un impuesto (por primera vez) a los colonos americanos y se prohibió más inmigración de los Estados Unidos— condujo a la revuelta y separación de Texas.
Viejo axioma: El poder no siempre hace lo correcto, pero sí determina quién queda.
*Forget the Alamo es un libro escrito por Bryan Burrough, Chris Tomlinson, Jason Stanford (Libros Penguin, 2021).