Francisco Toledo: El gran artista contemporáneo mexicano

Por Yudi Kravzov

No lo niego, Toledo era un invitado especial en la Galería. Pero mi sobrina Abril lo era aún más. 

“¿Les parece bien que en la pared pongamos en inglés y en español la cita de Paul Theroux que está en el Smithsonian Magazine?: «Artista, activista, organizador, la vorágine de energía oaxaqueña personificada, a Toledo se le conoce El Maestro. Es una descripción apropiada: Maestro, profesor y figura de autoridad. Su obra y los resultados de sus campañas sociales y de su filantropía, pueden verse en todas partes”, comentó Abril. 

“Es impresionante: la influencia de Toledo le dio al arte mexicano una nueva identidad. Hubo una evolución en la cerámica, la escultura y la pintura mexicana”, decía mi madre mientras observábamos la galería transformada ante nuestros ojos “y… es que somos un país bendecido con grandes artistas.”

“Bááajale, abuela”, dijo Abril.  

“Imagínate: Los profesores notaron sus habilidades y lo enviaron a estudiar a la biblioteca escolar de Oaxaca. Ahí se encontró con la obra de Picasso, Miró, Paul Klee y los tres grandes muralistas mexicanos: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Hoy en día su obra forma parte de la categoría de colecciones en el Metropolitano y el MoMa en Nueva York, en el Museo Tamayo en la Ciudad de México…” recalcó mi madre. 

“Lo que no compartió tanto fue la ideología, Rivera y Siqueiros eran gente de partido, con ideología muy definida y Toledo, en cambio, siempre cuidó su independencia.”

“Él era diferente”, dijo Abril.

“Pues sí, decía que a ellos les tocó un país que se estaba construyendo y en cambio a él un país que se está destruyendo”, agregué.

“El caso —dijo mi madre— es que, a los 19, se fue a París y ahí lo acogieron el escritor Octavio Paz y el maestro Tamayo.”

“¿Qué es que “lo acogieron”?”, preguntó inquieta mi sobrina.

“Que le ayudaron a conseguir una beca y que así, Toledo pudo quedarse en Europa y conocer. Lo llevaron a todos los museos y a todas las galerías. Eso transformó su visión en el arte.”

“… ¿y regresó a México?”, preguntó interesada Abril.

“Toledo se hizo de fama en el mundo, pero nunca se alejó de su Oaxaca querida, donde toda su vida trabajó para abrirle las puertas a jóvenes curiosos como él; y así, Toledo montó el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el Centro de las Artes de San Agustín, el Instituto de las Artes Gráficas y el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.”

“Lo quiero conocer”, Abril entusiasmada la interrumpió.

“Murió en septiembre de 2019”

“Como mi abuelo.” Recordó triste.

“Toledo es para mí el más grande artista mexicano de los últimos tiempos”, afirmó mi madre pensativa.

“¡Qué bonita historia, abuela! ¿Quién no quisiera tener una vida llena de arte y mejorar este mundo?, encontrar talentos, impulsar artistas… así como… ya sabes… crear en serio algo… no sé, como una tendencia, un movimiento… que”, hizo una pequeñísima pausa y con el “peace and love” en los dedos dijo un: “Todos somos Toledo”.