Por Alejandro Angulo
El 22 de marzo se celebró el Día Mundial del Agua, aunque mucha población de diferentes países que carecen de agua no desean celebrarlo (actualmente más de dos mil 200 millones de personas no tienen acceso a agua potable y casi dos terceras partes de la población mundial total enfrentan una grave escasez del líquido durante al menos un mes cada año).
La cantidad de agua dulce utilizable disminuye, mientras que la demanda aumenta debido a una población en crecimiento, así como por comportamientos asociados al desperdicio y por el cambio climático (Martha Mejía, 2022, Vértigo).
El agua, más allá de ser un elemento vital para la vida, también tiene un significado social y jurídico, ya que la disponibilidad del recurso es un fuerte indicador para conocer la desigualdad —diríamos, hídrica—regional, zonal, por colonia o por cantidad recibida. Según datos del informe de la ONU 2021, el uso de agua potable se multiplicó por seis en los últimos 100 años y mantiene un crecimiento en la demanda de 1% anual, lo que hace que el agua sea un recurso cada vez más escaso o de menor calidad.
Por otra parte, el agua disponible en los hogares también sirve para los indicadores de pobreza. Por su lado, el INEGI señala que en México, en el periodo de 2010 a 2020, pasamos de tener 3.3 millones de hogares sin acceso al agua potable a 7.8 millones. Es decir, la cifra de personas sin acceso al vital líquido se incrementó de 12.9 millones en 2010, a 28.3 millones en 2020.
De igual manera, el agua es un factor de competitividad, pues tener agua en suficiente cantidad y disponibilidad puede hacer la diferencia para varios sectores económicos que dependen de esta como un insumo indispensable. También adopta un significado político a partir del control que se pueda tener, y es así el caso de nuestra frontera norte, donde se comparten las aguas y que ha derivado en tratados internacionales: hablamos de una soberanía hídrica. Pero el tema no se acota a la relación entre países, sino que puede fluir entre las soberanías estatales o la soberanía nacional. ¿De quién es el agua en México?
Actualmente, las aguas subterráneas aportan la mitad del volumen de agua extraída para uso doméstico por la población mundial y alrededor de 25% para el riego, con las que se irriga 38% de todas las tierras del planeta (ONU, 2022). Por su parte, Perló Cohen, investigador de la UNAM y doctor en Planeación Urbano-regional por la Universidad de California, Berkeley, nos aporta información relevante:
“[…] en México 38.7% del agua utilizada proviene de los acuíferos. De estos, en 105 la extracción excede a la recarga, en varios de ellos en más de 100%. Por ejemplo, en el Valle de México, el denominado Texcoco, presenta esta situación en 800%”.
De acuerdo con los datos de la CONAGUA, la mayoría está donde llueve menos, del centro al norte del territorio. Específicamente en la zona centro se extrae del subsuelo 40 mil litros por segundo, lo que significa dos terceras partes del total que se consume en el área metropolitana de la Ciudad de México, para ilustrar las dimensiones.
Para finalizar, señalaremos las recomendaciones prácticas enlistadas por la CONAGUA:
• Revisa las llaves y tuberías para detectar fugas. Si descubres alguna gotera repárala de inmediato.
• Enjabona todos los trastes con la llave cerrada y después enjuágalos rápidamente. Reutiliza esta agua para limpiar la casa. El agua con jabón puede servir para lavar baños y banquetas.
• Recolecta el agua de la regadera cuando te bañes. Mientras esperas la salida de agua caliente coloca una cubeta para guardar el líquido. Se puede utilizar para regar plantas.
• Toma baños de no más de cinco minutos y cierra la llave mientras te enjabonas.
• Cambia el tanque del escusado de 16 litros por el de seis.
• Cuando te cepilles los dientes, hazlo únicamente con un vaso de agua y evita dejar abierta la llave.
• No laves tu carro con manguera, es mejor con máquina lavadora a presión o cubeta.
El agua ha estado presente incluso en la historia de la filosofía, en los ritos de las culturas y religiones milenarias, por ello, se dice que el agua es símbolo de vida, purificación y esperanza. El agua es un elemento que te puede dar todo, pero también, te puede dejar sin nada. El agua exhibe una cualidad como valor, y es precisamente el valor ético, pues no sólo bebemos nosotros, los hombres y las mujeres, también es para los otros millones de seres, plantas y animales, que habitamos el planeta.
La racionalidad de su uso son las reglas del desarrollo sostenible: conocer los límites y adaptarse a ellos. Ahora también, el valor de la eficiencia como valor del agua significa hacer más con lo mismo o hacer lo mismo con menos. El agua como recurso puede y debe ser utilizada, reutilizada y reciclada: una planificación basada en la eficiencia aumenta la ciclabilidad en su uso. El valor de la eficiencia también obliga a distinguir entre uso y consumo. El consumo es lo que necesitamos; el uso es lo que podemos modificar y disminuir o aumentar.
El cambio de hábitos en nuestra sociedad no sólo se manifiesta en un aumento de consumo, sino también en lo relativo a la calidad del agua. En muchos lugares de México el agua es más bien una mezcla líquida de productos químicos. Hace tiempo que los análisis de laboratorio demuestran que el agua destinada al consumo humano contiene residuos de pesticidas, de nitratos procedentes de fertilizantes, de aluminio y plomo procedentes de tuberías, etc. Estamos frente al valor de la calidad del agua. Por ende, alterar la calidad del agua es un serio atentado al bienestar de las personas, contra su salud y contra su propia vida. Sin embargo, algunos datos ponen de manifiesto que la contaminación del agua es un hecho real:
• El 30 % de todos los tramos fluviales del mundo industrializado presentan un alto grado de contaminación.
• 2.500 millones de personas están expuestas a enfermedades vinculadas con la contaminación del agua. En nuestros días se dan 45.000 casos de cólera.
• La mala calidad del agua es culpable del 30% de las muertes en el Tercer Mundo.
• Unos cuatro millones de niños mueren cada año como consecuencia de infecciones transmitidas por el agua.
¡Ahorremos y cuidemos el agua!