Por Arturo Morales Tirado
Hoy en día, en San Miguel de Allende podemos afirmar que contamos con una población cosmopolita con residentes locales y de los 32 Estados de la República Mexicana y, por lo menos, gente de 40 países del orbe. Vale la pena señalar que esta dinámica social tan particular en nuestra Ciudad y su región se ha forjado a fuego lento, en un proceso que ha trascendido a cuatro generaciones (considerando cada una en 20 años), en términos generales, desde finales de la década de 1930 hasta el día de hoy.
En el caso de San Miguel de Allende y sus alrededores, como lo hemos señalado anteriormente, nosotros habitamos una frontera geológica-geográfica (que se ha formado en los últimos 80 millones de años), la cual, en los últimos 2,500 años ha marcado la frontera cultural entre la Mesoamérica volcánica y la semidesértica Aridoamérica, hoy en día marcado fisiográficamente como los Altos de Guanajuato, teniendo al sur la región de El Bajío, definidos por sus extensos valles volcánicos de excelentes tierras agrícolas.
En otras palabras, esta Frontera de la Tierra Adentro ha sido un puerto continental entre diferentes grupos étnicos desde los tiempos mesoamericanos, patentado en la confluencia que existió en los años 1530 y 1540, a la llegada de las primeras incursiones de españoles con aliados otomíes de Jilotepec (Connín o Fernando de Tapia y Nicolás de San Luis Montañez), más algunos tlaxcaltecas y zapotecos.
Ya, desde aquellos años, como consecuencia de una frontera natural, coexistían en nuestro territorio actual, entre otros: copuces, caxcanes, guamares guaxabanas, pames, jonases y otomíes.
Acercándonos más a nuestra realidad contemporánea, en otro contexto, en los últimos 80 años se ha generado de a poco a poco, esta, nuestra sociedad cosmopolita, la cual, entre otras características ha gestionado una sociedad más tolerante, abierta a la diversidad cultural a partir de valorar la identidad y sentido de pertenencia profundos de la cultura milenaria mesoamericana en nuestra región.
En este sentido, como antecedente, la generación de la posrevolución mexicana, en aquellos años, confrontada dramáticamente entre los nuevos gobiernos federales surgidos de la primera revolución social del siglo XX en el mundo y los grupos armados que por razones complejas se opusieron a estos nuevos cambios y que se manifestaron en el movimiento armado del centro del país conocido como la guerra cristera, en la cual participaron activamente muchas familias y habitantes de San Miguel de Allende y su región en los últimos años de la década de 1920.
Este evento social contrastó con la visión y percepción de vida de mexicanos foráneos y extranjeros que arribaron a un San Miguel de Allende, en los años de la década de 1930, aún despoblada en comparación con la población que tuvo la villa virreinal a finales del virreinato en 1810 (estimada en hasta 27,000 habitantes), ya que, para 1930 la población de nuestra ciudad era de sólo cerca de 9,000 habitantes.
En ese contexto, en 1935, se comenzó a establecer en San Miguel de Allende un mexicano oriundo del estado de Jalisco, consagrado actor de Hollywood y tenor de ópera en Chicago y Nueva York, su nombre era José Mojica. Compró una casa solariega del sur de la otrora Villa Protectora de San Miguel el Grande (la cual sigue espléndida por la atención de sus actuales propietarios), para que su madre viviera en ella.
Sin embargo, las crónicas de aquellos años recogen tertulias con otros grandes artistas como Ramón Novaro, Dolores del Río, el tenor sanmiguelense Pedro Vargas y otros más, pero con ellos, otro célebre mexicano de Jalisco, el actor y matador de toros: Pepe Ortiz Puga. Tanto Mojica como Ortiz fueron famosas figuras públicas que comenzaron a poner en el escenario mundial a la típica población de los Altos de Guanajuato: San Miguel de Allende.
En 1934, el recién graduado en artes por la Universidad de Princeton, Stirling Dickinson y su amigo Heat Bowman, en un Ford A de 1929 al que llamaron Daisy, recorrieron México en casi 6 meses, desde la frontera hasta Oaxaca, al pasar por Celaya, escucharon maravillas de San Miguel de Allende como un pueblo muy representativo del centrode México; por cierto, Dickinson narra en un excelente libro esta maravillosa aventura en: Odisea Mexicana. Para 1937,
Felipe Cossio del Pomar, artista y político peruano, fundador del APRA, llegó exiliado a México; por sus contactos con intelectuales y artistas como Diego Rivera, Bernardo Reyes y José Vasconcelos, junto a Dickinson, fundarían en 1938, la primera escuela de artes y artesanías que sería génesis, de las cuatro generaciones posteriores de extranjeros y foráneos en la sociedad cosmopolita actual de San Miguel de Allende, de la que comentaremos.