Daniel Mordzinski

El famoso fotógrafo de los premios Nobel que logró atrapar la mirada de Ida Vitale, Margaret Atwood, Salman Rushdie y Jorge Luis Borges, presente en el Hay Festival Querétaro 2022

Por Carmen Rioja

En la ciudad de Querétaro, se celebró por cuarta ocasión el festival internacional Hay Querétaro y entre sus más distinguidos colaboradores acudió el reconocido Daniel Mordzinski, quien ha fotografiado a decenas de los más destacados escritores e intelectuales del mundo en una carrera artística que se ha desarrollado en festivales literarios internacionales como el Hay, encuentro original de la ciudad del mismo nombre en Reino Unido, que se celebra en varios países de Europa, América y ahora en México.

Desde su mítico retrato a Jorge Luis Borges, que daría la vuelta al mundo y se convertiría en el más representativo, Daniel ha sido galardonado por su obra que incluye una foto inolvidable del gran Gabriel García Márquez de perfil, mirando a la distancia bajo una luz de día como si mirara Macondo; debajo del impecable saco de lino, el color de la camisa nos recuerda mariposas amarillas como si brotaran de su pecho. En esta ocasión el objetivo Mordzinski capturó los rostros de celebridades como el premio Nobel de literatura de Nigeria, Wole Soyinka, o Jarvis Cocker, Margo Glantz y Gonzalo Celorio. En Atención tuvimos la oportunidad de entrevistarlo.

CR: Llevas 44 años retratando escritores. ¿Cómo empezó todo?

DM: En mi cabeza y en el corazón de adolescente de 15 años había un sueño hecho de libros, de fotografías y de cine. Y fue Nélida Pfister —profesora de literatura del Colegio Nacional 17, que dictaba unos cursos de literatura y de cine, quien me enseñó que mirar rima con amar. Mis otros maestros fueron directores y escritores. Ellas y ellos me dieron la pista de que hay una manera de fijar la mirada hasta crear una historia. Ahora procuro contarla generando en un espacio rectangular —da igual si es papel o pantalla de computadora— una historia que, con ayuda de lo que el escritor representa para el lector, da mil posibilidades narrativas. 

CR: Borges fue el primer escritor que retrataste. ¿Recuerdas qué te dijo?

DM: Fue en 1978 en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, yo tenía 18 años, los mismos que Borges había dirigido la Biblioteca.

Me acerqué al poeta ciego, me presenté y le comenté que algunos de sus cuentos me habían fascinado. “¿Qué le gustó de mis cuentitos, Daniel?”, intenté salir al paso con unas torpes frases, que, a mi gran sorpresa, Borges celebraba. De golpe, me hizo sentir que el erudito era yo… De las muchas cosas que aprendí ese día, rescato que la humildad es un rasgo importante del artista. Finalmente le pedí permiso para hacerle unas fotos, y con la vieja Nikormat que mi papá me prestaba en ocasiones importantes, hice mi primer retrato de un escritor. La letra Aleph de mi mapamundi literario. Pero si Jorge Luis Borges fue el primer escritor que retraté, fueron las huellas de Julio Cortázar las que me llevaron de Buenos Aires a París en 1978. El Gran Cronopio me enseñó una cierta forma de ser y de habitar la literatura y su manera juguetona de contar inspiraron mis fotografías y mi vida. Rayuela fue y sigue siendo mucho más que un libro.

CR: ¿Qué es lo que nunca harías en fotografía?

DM: Traicionar al retratado. Utilizar una debilidad para hacer sangre o burla o lucrarse. Hay un código tácito de confianza que nunca traicionaré.

CR: ¿Cuál es el retrato de escritor que hizo otro fotógrafo y te hubiera gustado hacer?

DM: La de Philippe Halsman de Nabókov en pantalón corto cazando mariposas.

CR: ¿A quién te hubiera gustado fotografiar y no has podido?

DM: Uf, la lista es infinita: Jorge Ibargüengoitia, Manuel Scorza, Marta Traba, Ángel Rama…por citarte solo autores que admiro, que me hubiera fascinado conocer y que estaban en el trágico vuelo del 26 de noviembre de 1983.

CR: ¿Tu mejor foto?

DM: Ojalá sea una que haga durante el HAY Festival de Querétaro 2022. 

CR: ¿A qué fotógrafos admiras?

DM: Para no parecer avaro en respuestas… mencionaré a Graciela Iturbide, Mariana Yampolsky y Sara Faccio.

CR: Una vez en tu casa fui testigo de una escena muy conmovedora. Cuando le dijiste a tus hijos que tenías que salir a hacer un reportaje respondieron: “vas a dibujar el mapa del tesoro”. ¿Tú les habías dicho antes que ese era tu trabajo?

DM: Yo les explicaba que mi plan de fotografiar escritores era como dibujar un mapa del tesoro porque la literatura es nuestra gran riqueza. A falta de otros lujos, en casa hay una buena biblioteca y teníamos la costumbre de leer, mirar, tocar los libros y comentar. Mis hijos han crecido con la ficción literaria como algo familiar, cercano. Y me gusta pensar que la gente que ve mis fotografías reconoce mejor y aprovecha más el tesoro colectivo que son nuestros autores.

CR: ¿En qué festivales trabajas? 

DM: Son muchos… digamos que solo acepto trabajar o participar en Festivales que tienen alma, que miman y respetan a los escritores y a su público. Por eso soy fotógrafo hace más de 15 años de los HAY Festival. También quiero mucho a Centroamérica Cuenta. En la ciudad portuguesa de Povoa de Varzim dejo cada año un pedacito de mi corazón en Correntes d’Escritas. 

CR: ¿Una ciudad donde vivir?

DM: Gran pregunta: Lisboa: imán y talismán de mi vida. Ciudad y puerto. Lisboa es Pessoa, Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis y es también José Saramago y Eça de Queiróz. Es el Tajo, un río que me enamora y atrapa, es la ciudad abierta de los abrazos: bella, hospitalaria, conversadora. Lisboa es un litoral de afectos nacidos al calor de mi amistad con el grandísimo escritor mexicano Antonio Sarabia, que recomiendo leer.

CR: ¿Un escritor que te haya decepcionado o tratado mal?

DM: Los autores siempre son muy respetuosos con mi trabajo. En más de cuatro décadas he aprendido que una cosa es el escritor y otra lo que él escribe, y también que no hay ninguna relación entre la calidad literaria y la fluidez en el retrato. Y además, que hay días buenos y días malos, para los escritores y para mí. Dicho esto, el más huraño fue ese autor famoso, ¿cómo se llamaba? Lo tengo en la puntita de la lengua, pero hoy mi memoria está fatal, eso sí, recuerdo algunas de sus novelas y es un grandísimo escritor, ya me acordaré… 

CR: ¿Tus últimas exposiciones?

DM: Este año expuse en Lanzarote y en Lisboa sendas muestras dedicadas a José Saramago en el marco del centenario de su nacimiento. 

Y desde junio y hasta finales de septiembre, estoy exponiendo en Gijón una de las muestras más importantes, más ambiciosas y completas de mi vida: son 450 fotografías de sueños e ilusiones que radiografían mi largo amor por la ciudad: El Gijón de la Semana Negra y del Salón del libro Iberoamericano y el Gijón de mi hermano Luis Sepúlveda, que vivía y escribía allí.

CR: ¿Extrañas mucho a Luis Sepúlveda?

DM: Terriblemente. No hay día que no piense en él. Lo extraño muchísimo. He sido su amigo más cercano y su compañero de ruta de infinitas travesías a lo largo de tres décadas. El vacío que nos ha dejado es enorme. Me he preguntado muchas veces cómo retratar lo que ya no está y cómo el arte puede ayudar a recordar lo que ya no existe. Por eso en la exposición incluyo una instalación: un baúl de los recuerdos donde reúno objetos de Luis y míos, así, por ejemplo, mi primera cámara fotográfica, una Kodak Fiesta, se pone a charlar con su carnet del Sporting de Gijón o con el billete de avión que lo llevó de su ciudad de Ovalle a Santiago. Otra manera de pensar en Luis fue trabajar durante dos años en el libro que Tusquets publicará en los próximos meses Hotel Chile, un libro que reúne textos inéditos de Luis Sepúlveda dialogando con mis imágenes y mis palabras. El libro también saldrá en Francia, Italia, Portugal, Grecia y Turquía.

CR: Para terminar, ¿nos compartes una historia de tu anecdotario con escritores?

DM: ¡Uy! Tengo tantas… El 31 de mayo de 2011 escribí desde el HAY Festival de Gales una crónica para el diario El País. Un testimonio sobre la reconciliación de dos titanes literarios. El británico V. S. Naipaul, premio Nobel en 2001 por su fabulosa obra narrativa sobre el mundo colonial entró en la salita de invitados del Hay Festival de Gales… Tal vez no imaginaba que se iba a encontrar con Paul Theroux, el gran novelista norteamericano que ha elevado la literatura de viajes a la más alta categoría de la cultura. Viejos amigos desde que se conocieron en 1966 en Uganda y autores de un copioso epistolario sobre el mundo colonial, Naipaul y Theroux también son famosos porque se juraron «odio eterno» en 1996, cuando Theroux descubrió que Naipaul había vendido por 1.500 dólares unos libros suyos que le había dedicado y regalado. Desde entonces sólo habían intercambiado difamaciones e insultos. Theroux incluso firmó una biografía demoledora, «La sombra de Naipaul», retrato feroz del premio Nobel nacido en 1932 en Trinidad. Todo sucedió muy rápido y mi cámara estaba allí… Naipaul irrumpió en el lugar y se hizo un silencio singular, hecho de rumores y sombras de disputas. Había hielo y fuego en el aire…para romperlo sugerí «¿Y qué tal una fotografía juntos?». Se miraron lentamente y empezaron a levantar la mano derecha hasta apretarla al tiempo que sonreían.

¡Clic! A los pocos meses recibí un mail de Paul Theroux, donde me decía que gracias a mi fotografía se había reconciliado con Naipaul. 

Foto de porada por Mauricio Mallet.