La historia del arte de San Miguel de Allende: El antiguo Ecce Homo

Por Natalie Taylor

Hace unas semanas escribí sobre la estatua del Señor de la Conquista en la Parroquia, que data de 1574. Hay otra escultura que fue traída al pueblo apenas dos décadas después. Por tanto se puede considerar casi contemporánea y, junto con la otra, una de las obras de arte independiente más antiguas de la ciudad. 

La imagen del Ecce Homo, también llamado el Jesús Negro, se encuentra dentro de la Parroquia, trasladada a su ubicación actual hace unos dos años. Anteriormente estuvo en su propio nicho, detrás del altar durante muchos años; lejos del ojo público. Me permitieron verla y fotografiarla entonces, y así es como se ve la estatua de madera de cerca.

La capilla de Nuestra Señora de la Soledad fue construida y fundada por la cofradía de vaqueros mulatos en 1594. Aún se puede acceder a la entrada original por un costado de la iglesia del Oratorio. La devoción a la Señora de la Soledad surge en el siglo XVI, y se considera una devoción singularmente española. Adquirió muchos seguidores en América, y se fundaron cofradías a lo ancho de la Nueva España. Su culto se extendió a las cofradías de negros y mulatos, que tomaron a la Soledad como patrona, en recuerdo de la pasión de Cristo. Durante el siglo XVII, la hermandad agregó el culto al Ecce Homo, y en el siglo XVIII ambos coexistieron: la capilla de Nuestra Señora de la Soledad y Santo Ecce Homo. 

El término latino Ecce Homo significa “he aquí el hombre”, y se refiere a las supuestas palabras de Poncio Pilatos al presentar a la multitud a Jesús cautivo, coronado de espinas. El culto al Ecce Homo surgió en San Miguel el Grande porque la imagen era considerada un protector contra las plagas. También fue nombrado El Señor de las Cosechas y, hasta el día de hoy, muchos afirman que llevar la estatua en procesión trae lluvia.

La iglesia mulata fue autónoma por más de un siglo y realizaba procesiones durante todo el año, llevando la estatua en sus trayectos. Siempre que había un brote de una enfermedad, como la peste, o falta de agua u otras necesidades públicas, se llevaba la estatua y se le rezaba para que la indultara. También se portaba el día de Año Nuevo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección, junto a la imagen de Nuestra Señora de la Soledad.

En 1712, el oratoriano Juan Antonio Pérez de Espinosa llegó a San Miguel el Grande. Sus sermones impresionaron tanto a los vecinos que le ofrecieron la iglesia mulata del Ecce Homo. A pesar de las objeciones, se ordenó a la hermandad mulata, que insistía en mantenerse independiente, compartir el espacio con los oratorianos. 

Durante las siguientes décadas, la hermandad mantuvo una relación cordial con la iglesia, pudiendo sacar a ambas figuras en todas sus procesiones. Pero el conflicto surgió cuando los oratorianos afirmaron que tenían que pedir permiso a la hermandad para usar la estatua del Ecce Homo, mientras que los mulatos podían hacerlo cuando quisieran, sin informar a la congregación. 

Las disputas continuaron y, finalmente, los oratorianos pidieron al obispo que interviniera. Aunque originalmente los mulatos habían construido la iglesia, habían traído y mantenido la imagen del Ecce Homo, el obispo determinó dar autonomía e independencia a la iglesia del Oratorio. Se puso del lado de los sacerdotes que, “cuando haya necesidad pública por enfermedad o falta de lluvia en este pueblo, se debe poder sacar la imagen del Santo Ecce Homo sin necesidad de dar aviso a la cofradía”. Esto cambió drásticamente el acceso a la figura del Ecce Homo y la disputa sobre quién era su dueño.

Al final, los mulatos perdieron su derecho y el Ecce Homo, el Jesús Negro, a quien habían adorado a lo largo de los siglos. En 1742, el obispo autorizó el traslado de la estatua a la Parroquia, a un nicho detrás del altar. Aquí ha permanecido, pero en los últimos dos años se trasladó a la iglesia principal, y actualmente se puede ver detrás de un vidrio.

Es una representación católica típica de un Jesús angustiado, lleno de cortes y heridas, una glorificación del sufrimiento, en consonancia con el dogma de la iglesia. Sin embargo, se puede apreciar su valor artístico sin las creencias adjuntas. Y es casi seguro que es una de las obras de arte más antiguas y aún existentes en San Miguel de Allende.

Natalie Taylor: Licenciatura en Literatura Inglesa y Periodismo, Universidad de Loyola, Chicago, 1995. Maestría en Bellas Artes en Escritura Creativa, Vermont College, Montpelier, VT, 1999. Escritora, editora y periodista publicada. Profesora de español en Estados Unidos, profesora de inglés en Buenos Aires, Argentina. Traductora. www.natalietaylor.org Contacto: tangonata@gmail.com