La influencia de Andy Warhol

Por Rodrigo Díaz, Josemaría Moreno y Bernardo Moreno

     Es indudable que uno de los artistas más influyentes del siglo pasado es este peculiar hedonista, cínico y escéptico (cualquier otro epíteto de la decadencia filosófica del mundo griego clásico le quedaría). Se sabe que, en su faceta de pintor, Warhol rompió para siempre, y paradójicamente, el molde. Digo paradójicamente porque sus pinturas más memorables ─la sopa de Campbell’s, el icónico plátano de la portada de los Velvet Underground o incluso su famosa fábrica que produjera en serie artistas y vanguardia─ son precisamente reproducciones en masa de un molde. Después de él, el arte pictórico se volvería irremediablemente mercancía, y la diferencia entre original y copia ─oímos suspirar a Walter Benjamin desde su tumba anónima─ se volvió perfectamente irrelevante.


    No obstante, quizás el legado más importante del genio de Warhol para el mundo del arte es haber conseguido banalizar las pretensiones del arte supuestamente sagrado ─y principalmente las pretensiones de sus sacerdotes y protectores─ a la vez que reveló la magia secreta de lo más mundano y, perversamente, mostró la ubicuidad de las imágenes y su influencia en nuestras vidas diarias. Las siguientes recomendaciones son un pequeño botón de muestra del alcance de Warhol en el mundo de la cultura.

The Velvet Underground & Nico, The Velvet Underground, 1967

     En la música el gran logro de Warhol fue apostar por su amigo Lou Reed y empujar a Nico a colaborar en el primer disco de The Velvet Underground, producido por Andy. Lou tuvo toda la libertad creativa musicalmente para hacer uno de los discos que con el tiempo se volvería ícono del rock mundial. No así al debutar, no tuvo la respuesta esperada. Guitarras estridentes y desafinadas, letras desafiantes, temáticas duras que van desde el conecte con el dealer de la escena artística neoyorquina hasta lo que después conoceríamos como una femme fatale con la voz de Nico describiéndola. Recordemos la exactitud con la que Lou canta acerca del pinchazo de heroína y a dónde te lleva: “Heroína es mi muerte, heroína es mi mujer y es mi vida, porque ella en mi vena conduce a un centro en mi cabeza y entonces estoy mejor que muerto, porque el golpe empieza a fluir y realmente ya nada importa”. La portada del disco mostró lo que después sería una de las obras más conocidas de Andy, el plátano, que invita a que se le pele. En la primera edición del disco, el plátano era una calcomanía que al rasparla descubría una imagen fálica. Sin duda uno de los discos que marcó un antes y un después en la escena del rock.

Factory Girl, George Hickenlooper, 2006

     Como era inevitable, el perfumado halo de Andy Warhol atrapaba y seducía a los espíritus incautos en el New York de los 60 y 70 esperanzados de encontrar un lugar en la trepidante escena del arte que él generaba a su alrededor, como un Rey Midas del mundo pop de vanguardia. Este fue el caso de Edie Sedwick, quien se volviera amiga y musa de Andy, a quien el director George Hickenlooper retrata en esta interesante biopic, que goza de afortunadas interpretaciones.


    Edie (Sienna Miller), una chica joven, atractiva, adinerada y talentosa, viaja a Nueva York dejando atrás sus estudios, buscando convertirse en una estrella de cine. Cuando conoce a Andy Warhol (Guy Pearce), su carrera se dispara a la fama. La estrella del pop art la introduce al salvaje mundo de “The Factory”, un paraíso bohemio en una vieja fábrica donde rodaban experimentales películas por el día y glamurosas fiestas que duraban toda la noche. Hipnotizada por la celebridad, las drogas, el alcohol y un efímero romance con Bob Dylan (Hyden Christensen), Edie se precipita a los abismos destinados a quienes la fama intoxica. Edie, el bello juguete roto, la musa olvidada, no puede tener más que un trágico final.

Mi filosofía de A a B y de B a A, Andy Warhol, 1975

    Este texto, que como otros que publicara Warhol, es en realidad una colección de pensamientos y observaciones que grabó o guardó su asistente siempre fiel, Pat Hackett, retratando el mundo interior de Warhol, con el trasfondo siempre presente de la escena neoyorquina de fondo.

Por un lado, el gran interés de este libro radica en la capacidad perspicaz de análisis, ironía y humor de la que era capaz Warhol, diseccionando, por ejemplo, el mundo del consumismo, la vacuidad y esperanza del arte, la comprensión profundamente superficial del yo, que ya reinaban en Estados Unidos a inicios de la segunda mitad del siglo XX –y que como bien sabemos, serían formas de vida que comenzarían a exportarse a todo el mundo hasta volverse la ideología predominante de Occidente, y hoy en día, casi de todo el mundo.

Por el otro lado, este texto muestra, como casi ningún otro documento de la época, la escena artística que explotó en Nueva York en esos años, y con el toque insensible y magistral de Warhol, la presenta en todo su esplendor de inmundicia y banalidad, de bajeza franca, honesta y a pesar de todo, por momentos excelsa y extremadamente humana.