Los ciclos, el ritmo y la existencia

Por Rodrigo Díaz, Josemaría Moreno y Bernardo Moreno

Se nos fue el 2022, como suele decirse, en un parpadeo. Como se nos fueron los años que le antecedieron y como se irán muchos más, y seguiremos sintiendo que el tiempo va cada vez más rápido. Pero sin entrar en polémicas que se antojan más de carácter esotérico, nosotros queremos enfatizar aquí la importancia de los ciclos en general. Haciendo un ejercicio de retrospectiva histórica, podemos saltar sin escalas del calendario gregoriano —regido por el ritmo solar— al descubrimiento de la agricultura, cuya relación con los ciclos climáticos es innegable. Y de acuerdo con Mircea Eliade, el gran historiador de las religiones, el descubrimiento de la agricultura, más allá de cambiar el destino de la humanidad al asegurarle el alimento, significó el desarrollo de grandes teorías. “[…] lo que comprendió (la humanidad) por el ejemplo de las semillas que pierden su forma bajo la tierra, todo eso constituyó la lección decisiva. La agricultura reveló al hombre la unidad fundamental de la vida orgánica”. La vida rítmica, la muerte como regresión, etc., fueron síntesis esenciales para la evolución de la especie, y que, sin duda, fueron la musa en los creadores de esta tríada de obras que ponemos sobre la mesa.


Aura, Carlos Fuentes, 1962

Hablar de Aura es hablar de una de las novelas más importantes de la literatura mexicana, por uno de los más prominentes escritores que tuvo el país y a quien sólo le faltó el premio Nobel entre sus reconocimientos. Esta novela tiene la peculiaridad de ser escrita en segunda persona del singular, lo que provoca en el lector un estrechamiento pronunciado, casi mágico. Y así también la historia: Felipe Montero, un joven historiador, es contratado por doña Consuelo, viuda del general Llorente, para que termine de redactar las memorias de su difunto marido. Asistida sólo por su sobrina Aura, —quien extrañamente, cuando están juntas, replica en simultáneo los movimientos de la anciana; y de quien el protagonista se enamora— y encerradas bajo una vieja casona del centro de la Ciudad de México, siempre en penumbra y sólo bajo la luz de las veladoras, Montero realizará la tarea al tiempo en que va revelando insospechadas certezas. Las épocas y los personajes se revuelven en una narración exquisita llena de vasos comunicantes, en un ambiente gótico, donde el afán de romper el ciclo natural de la existencia, venciendo a la muerte, se desafía en pos de la juventud eterna. Una historia que quedará tatuada en la mente del lector, después de cerrar el libro.

Las estaciones de la Vida, Kim Ki-Duk, 2003

Este film es de uno de los principales y más importantes directores de cine de la vanguardia surcoreana, hoy tan aclamada. Las estaciones de la vida, de finísima y bellísima fotografía, paisaje inolvidable: la cabaña flotando en el lago y las montañas por detrás. Cada estación del año tan inequívoca y única, mientras contemplamos hermosas escenas llenas de continuo aprendizaje para maestro y discípulo. Un guión que raya en la poesía, por su atinado número de palabras y la elección de las mismas, que nos muestra el crecimiento de un niño con un viejo monje budista y la interacción maestro-discípulo, que nos conduce pausadamente por la inocencia y la crueldad, el amor y los celos, el arrepentimiento y el castigo y, finalmente, la muerte y la condena, —con esa mítica escena del monje tapado de ojos, nariz, boca y oídos, que se inmola en una balsa a la deriva del lago— para que todo vuelva a empezar: que el ciclo se cumpla, se renueve y renazca una nueva oportunidad. Ahora el discípulo es maestro de un niño que han dejado a la orilla del lago. Llena de simbología y emociones humanas, enmarcada por los ritmos de la naturaleza, una verdadera obra de arte.

God Speed You! Black Emperor, Lift your Skinny Fists Like Antennas to Heaven, 2000

El tercer disco de esta banda canadiense ha sido reconocido como uno de los 50 discos más pesados de la historia. Pesada también es la historia de esta banda que incluso llegó a ser interrogada por el FBI bajo sospecha de ser miembros de una organización terrorista. Se sabe que sus afiliaciones políticas son anarquistas, y por los motivos que expresan mediante su música y las portadas de sus discos, uno se ve tentado a denominarlos también futuristas en la vena de Marinetti y sus más desenfrenadas alabanzas al movimiento, la violencia y la revolución. El álbum en cuestión consiste en cuatro tracks de larga duración, divididos por “momentos” o “ciclos” que de manera ininterrumpida sacuden, mediante riffs progresivos, aparentemente interminables, tu percepción auditiva como si una fuerza indeleble grabara sobre un vinilo en blanco los guitarrazos más belicosos que la apacible nación de Canadá produjera. Las revoluciones que da este figurativo vinilo, tras cada vuelta bajo la aguja, se vuelven incisivas: si algo puede constatarse después de esta columna que les compartimos, es que cada ciclo que termina siempre es más salvaje que el anterior y cada recomenzar es más una labor de reconstrucción y no de renovación.