Teleología sin fines ni objetivos
Por Martin LeFevre

La ciencia, que se basa correcta y necesariamente en el materialismo, ha menospreciado y olvidado a la teleología. Se la considera, de manera simplista, como una doctrina que explica los fenómenos en términos de fines y objetivos, pero filosóficamente, es una cuestión mucho más sutil. 

Aunque no pertenezca al ámbito de la ciencia, es válido filosóficamente preguntar (independientemente de los fines y los objetivos): ¿la evolución cósmica y terrenal posee una dirección y propósito que le son inherentes?

La mayoría de los científicos no le prestaría mucha atención a esta pesquisa, pero los científicos no son filósofos. En cuanto a una perspectiva más matizada de la teleología, incluso Stephen Jay Gould, el influyente divulgador de la ciencia, admite que la evolución tiende a crear seres cada vez más complejos. Eso significa que la evolución posee direccionalidad y al menos en ese sentido, la evolución es teleológica. La pregunta fundamental es, ¿la evolución tiene una ruta determinada, y si así es, cuál es esa ruta?

Uno no tiene que retomar alguna forma de supernaturalismo para reconocer que el materialismo dogmático está acabado filosófica y espiritualmente. Es una postura que lleva a los filósofos estrictamente materialistas a conclusiones fútiles y circulares como, “aunque la evolución humana no posea propósito alguno, en general nos beneficiamos como especie de la creencia en algún propósito”. De cierta manera ese comentario logra sonar rígido, elitista y egoísta, todo a la misma vez.

Es tiempo de revisar la teleología desde otra perspectiva. Como dijera uno de los autores de la serie de ensayos filosóficos –que desapareció sin dejar rastro— en el New York Times llamada “The Stone”: “se puede considerar la posibilidad de que la evolución posee un propósito, una especie de objetivo (un telos como dicen los filósofos), sin dejar de contemplar una perspectiva estrictamente darwiniana de la evolución –sin abandonar la creencia en la selección natural como único motor detrás de la evolución, y sin dejar de ser una persona moderna arraigada en la ciencia”. 

Iré al grano para a continuación presentar mis premisas fundamentales. Primero, el cerebro humano evolucionó a lo largo de miles de millones de años siguiendo una trayectoria aleatoria en este planeta. Segundo, aunque muchas personas rechazan la atención trascendente, y otros cuantos consideran a los animales como sensibles, el cerebro humano es el único cerebro en la Tierra capaz de conseguir una atención consciente de la inmanencia. 

Sin basarnos en una perspectiva religiosa o sobrenatural, ya que estas premisas son ciertas, ¿por qué es tan difícil que los seres humanos consigan estar silenciosamente atentos de lo numinoso? Una mente completamente en silencio encuentra su propio fin, su propia recompensa y su propia bendición. 

Aunque esta cuestión parecería no tener nada que ver con vivir en este mundo así como es, la negación completa del pensamiento y la quietud de la mente durante la meditación en la naturaleza es la única cosa que estoy segura que es verdadera. 

Cuando el pensamiento está completamente quieto, el cerebro se percata de la unidad y lo sagrado más allá de cualquier idea personal acerca de Dios. Uno no puede buscar esta bendición; llega, si acaso, cuando llega. Uno solo puede acabar con el observador, el pensamiento y el tiempo, y alcanzar una mente/cerebro completamente quieta. Después, algunas veces llega lo sagrado –sin invitación, repentino y siempre sorpresivo. 

¿Qué es esta otredad? Si uno pudiera capturarla, sería una cuestión del pensamiento, un juego del intelecto. Incluso palabras como “numinoso”, “sagrado” y “otredad” pueden ser equívocas. A este respecto, “la palabra no es la cosa” es una sentencia completamente verdadera. Sin experimentar, de hecho, lo actual, las palabras no significan nada.  

¿La mente evolucionó para alcanzar la bendición de la mente cósmica? ¿Será que la inimaginablemente lenta y aleatoria evolución de nuestra compleja capacidad neuronal, que va de los más simples ganglios de los primeros organismos multicelulares, hasta los peces, reptiles, dinosaurios y mamíferos, posee un impulso intrínseco y un último propósito?

Para un materialista irredento, la respuesta inmediata es no. Para ellos, “el significado comienza y termina con la forma en la que hablamos acerca de nuestras propias vidas, de nuestros mitos e historias”. Esta reflexión no solo ignora tradiciones milenarias de experiencia mística en muy diversas culturas, también idolatra el intelecto humano y santifica la actividad egoísta. 

Los seres humanos no son una creación especial; evolucionamos a la par del resto de las formas de vida, siguiendo los mismos patrones y principios químicos, las mismas estructuras y andamios biológicos. Aun así, a falta de un diseño o un Diseñador, el cerebro humano es, de hecho, “el pináculo de la creación” en este planeta. 

Un cerebro como el nuestro, con la capacidad de alcanzar reflexiones científicas que no sean cientificismo, de alcanzar la religiosidad sin religión, no tuvo por qué adoptar la forma humana. En otros planetas en el que la vida pudiera desenvolverse bajo las condiciones y tiempo adecuados para evolucionar y potencialmente generar inteligencia como la de los seres humanos, el receptáculo biológico del cerebro sin lugar a dudas sería muy diferente. 

Eso no quiere decir que la más avanzada y peligrosa innovación tecnológica, la IA, sea la siguiente etapa de la evolución. El pensamiento artificial no es pensamiento, y si no alcanzamos a comprender el pensamiento cabalmente, la IA podría fácilmente acabar con el potencial espiritual del cerebro humano. 

Creer que la vida, incluyendo la vida inteligente, solo existe en este planeta es demasiado absurdo. Yo propongo que la evolución cósmica está dotada con la intención intrínseca de formar, a través de medios aleatorios y no lineales, cerebros que posean la capacidad neuronal para capturar la Mente cósmica. 

Pero si este es el caso, ¿por qué el cerebro humano, que posee esta capacidad, está tan corroído y congestionado de cosas inútiles que previenen la acumulación de contenido-conciencia?

Mientras nuestro planeta se quema y el nivel de los océanos sube, mientras más y más animales con los que evolucionamos a la par se extinguen por nuestra culpa, la mayor parte de la especie humana va todavía en dirección contraria de la vida y la inteligencia. 

El pensamiento psicológico está diezmando la Tierra y sofocando al espíritu humano. ¿La evolución de una forma de “pensamiento superior”, en donde sea que se de en el universo, es tanto el límite neuronal final y el más grande impedimento psicoespiritual para alcanzar la intención intrínseca del universo?

Una solitaria serreta nada a contracorriente, zambulléndose frecuentemente en fuertes corrientes para conseguir comida. Permanece bajo agua por 15-20 segundos y sale después a tomar aire en un lugar muy alejado del clavado original. 

El arroyo, que continúa con su fuerte fluir, se encuentra en un nivel considerablemente bajo, y por primera vez en este año, puedo meditar a sus orillas y mis sentidos se agudizan y captan imágenes, sonidos y olores. 

Contemplando el movimiento interior de la memoria y las emociones de la misma manera pasiva en que se observa el flujo del arroyo y la serreta zambulléndose, el movimiento del pensamiento se detiene espontáneamente y se vuelve atención creciente. Se alcanza “la paz más allá de cualquier forma de comprensión” y el amor que trasciende cualquier particularidad personal.

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