Por Juan Hernández
Beatriz durmió más de doce horas continuas sin soltar de sus brazos a su hijo Carlos de apenas cinco años de edad. Su cansancio no era sólo por los miles de kilómetros que caminaron desde que cruzaron la frontera de Chiapas hasta llegar al albergue para migrantes “Casa Galilea”, ubicado en León, Guanajuato. Ella también quería descansar del hambre, de las inclemencias del tiempo y, sobre todo, del miedo. “Beatriz perdió en el camino a su esposo, secretario…”, me contaron en el albergue en la visita que realicé para entregar despensas. Al mismo tiempo, en las redes sociales corría la noticia de que la Fiscalía General de la República procedería con investigaciones por la muerte de migrantes en Ciudad Juárez. Mientras Beatriz se tomaba un respiro antes de continuar su camino rumbo al “sueño americano”, en México seguimos buscando, según especialistas en la materia, sanar “burocráticamente” las heridas que han dejado tragedias como la de Ciudad Juárez y de la cual, quizás, la misma Beatriz y Carlitos lograron escapar.
En mi artículo de la semana pasada hablaba de que la tragedia es, desafortunadamente, la sombra que acompaña a muchos migrantes. Pero, más allá de la indignación y del dolor que estos terribles sucesos nos dejan, ¿qué estamos haciendo para remediar sus causas? Soy de los convencidos de que el trabajo colaborativo es la única forma de enfrentar estas duras pruebas. En mi calidad de titular de la Coordinación Nacional de Oficinas de Atención a Migrantes (CONOFAM) y como Secretario del Migrante y Enlace Internacional del Estado de Guanajuato, tuve la oportunidad de asistir al Congreso de la Unión, invitado por la presidenta de la Comisión de Asuntos Migratorios de la Cámara de Diputados, Rosa María González Azcárraga, para hablar de la importancia que tiene este organismo en México. Y les hablé, precisamente, de cómo en la CONOFAM hemos podido organizarnos, sin importar ideologías ni colores partidistas, y enfocarnos en atender de manera conjunta los retos que implican la migración en nuestro país.
Durante esta sesión de trabajo en el Congreso de la Unión, fue motivante ser testigo de que la Comisión de Asuntos Migratorios llamó la atención de manera extraordinaria, incluyendo, por supuesto, a los representantes de todos los partidos políticos para escuchar de propia voz lo que hemos hecho en la CONOFAM para ser esos acompañantes incondicionales de los migrantes. Entre otras cosas, les hablé de cómo el trabajo colaborativo entre las distintas entidades ha permitido generar buenas prácticas para que otros estados las repliquen e, incluso, las mejoren. Por ejemplo, Zacatecas y Guerrero, al inicio de los años noventa, crearon el programa “Dos por uno”, el cual sirvió para que en el 2001 se implementara a nivel nacional como “Tres por uno” y, así, concretar proyectos mediante la concurrencia de recursos de los migrantes, federación, estados y municipios.
Entre los acercamientos que tuve con los diputados, algunos me preguntaron: si tuviera que definir en una sola palabra la importancia que tiene la CONOFAM para México, ¿cuál sería? Respondí con toda honestidad: “Acompañamiento”. Para no ir más lejos, a pesar de la contingencia sanitaria que sufrimos por el COVID-19, en los últimos tres años no dejamos solos a los migrantes y pudimos atender de manera oportuna sus necesidades no sólo de salud sino de cualquier otra índole. No olvidemos que las oficinas, institutos y secretarías estatales de atención a los migrantes fuimos quienes realizamos las tareas esenciales durante la pandemia como el traslado de cuerpos o la entrega de despensas a las familias de los migrantes. Unidos fue como logramos salir adelante y unidos es como seguiremos acompañando a nuestros migrantes, les dije a los integrantes de la comisión invitándoles a consolidar una agenda con la CONOFAM.
Hoy estamos más convencidos que nunca de la importancia que tiene la CONOFAM para México. Es por esto que nuestro compromiso es seguir fortaleciendo los lazos de cooperación entre los 32 estados del país y lo queremos hacer también con la Comisión de Asuntos Migratorios de la Cámara de Diputados. Puedo destacar muchas cosas más de esta sesión de trabajo en el Congreso de la Unión, pero lo que me dejó absorto, aún ahora que escribo estas líneas, fue el minuto de silencio que se dedicó en honor a los migrantes muertos en Ciudad Juárez. Ese silencio caló y muy profundo, pero también sirvió, estoy seguro, para que, quienes asistimos a esta reunión, cerráramos los ojos por un momento y entendiéramos que el tema de la migración es de vida o muerte. De ese tamaño es nuestra responsabilidad y de esa magnitud deben ser nuestras acciones. Antes de poner punto final a este artículo, no dejo de pensar en Beatriz y Carlitos. Quizás ya dejaron atrás la “Casa Galilea” y estén, en el mejor de los casos, a punto de llegar a la frontera con Estados Unidos. Al menos en Guanajuato, como nos ha instruido el gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo para que les facilitemos la vida a los migrantes extranjeros, contaron con un espacio para reponer fuerzas y enfrentar nuevamente al miedo.
Juan Hernández actualmente es el Secretario de Migración y Enlace Internacional del Gobierno de Guanajuato y colabora para el Periódico El Sol del Bajío; esta columna fue publicada con autorización.