Foto por Arturo Suárez
Por Graciela Cruz López
De reconocido valor cultural, simbolismo religioso, imaginario colectivo y trascendencia histórica, es la tradicional visita del Señor de la Columna, una escultura ligera manufacturada entre 1750 y 1775 en madera de colorín (tallada y policromada), de papelón y telas encoladas[1]. Al parecer de autor desconocido, aunque la tradición oral la ha atribuido al sacerdote oratoriano Remigio Ángel González, capellán de Atotonilco en la primera década del siglo XIX[2].
El Señor de la Columna, patrono de la Preciosa Sangre de Cristo, de profunda espiritualidad y arraigada devoción, entre los celadores y hermandades de todos los rumbos que confluyen en la Casa de Ejercicios Espirituales de Jesús Nazareno de Atotonilco, de las poblaciones que circundan al camino de San Miguel a Atotonilco, del barrio de San Juan de Dios y de la comunidad sanmiguelense residente en la demarcación urbana, en sus comunidades rurales y barrios, ha sido trasladado desde el Santuario de Atotonilco hasta la ciudad de San Miguel de Allende por los fieles y su hermandad, haciendo honor a la memoria colectiva, ininterrumpidamente desde el año de 1823.
Esta manifestación de la religiosidad, piedad y tradición popular, que ha formado peregrinación sobre el antiguo trazo del Camino Real de la Tierra Adentro (derrotero Atotonilco-San Miguel), y circuito procesional desde lo que fue la quinta entrada y salida que hacía “camino real para afuera” (avenida Independencia – calle de Santa Ana o de Insurgentes) y las principales calles del barrio aledañas al Hospital Real de San Rafael y San Juan de Dios, mantiene vigente hasta el presente la relación tangible e intangible, histórica, espiritual y simbólica entre San Miguel de Allende y Atotonilco.
De abril del año de 1919, proviene una de las fuentes documentales primigenias que han sido localizadas, y que denota la persistencia y defensa de la tradición y visita del Señor de la Columna, aun cuando las condiciones sociales no eran las idóneas, por la inestabilidad que ocasionaron los movimientos revolucionarios y los brotes epidémicos de la influenza o gripe española y la peste bubónica:
Se concede permiso a los señores Reyes Cadena, Crescencio Ríos y Rosalío Guzmán, para traer al Sr. de la Columna, de Atotonilco a esta ciudad.
Tienen licencia los Sres. J. Reyes Cadena, Crescencio Ríos y Rosalío Guzmán para transportar la imagen del Sr. de la Columna, de Atotonilco a ésta ciudad, a la Yglesia de San Juan de Dios, el jueves próximo por la tarde calculando llegue a esta a las 8 ocho de la noche; haciéndose los mismos Sres. responsables de que esto tenga la reserva debida, para que no haya aglomeración de gente, ni que tenga el carácter de procesión. Que la imágen venga cubierta y sin manifestación religiosa de ningún género, pues el permiso solo se concreta a la conducción de la imágen del Santuario de Atotonilco a esta ciudad.
San Miguel de Allende abril 10 de 1919
En igual forma, se expidió otra licencia para llevar la imagen saliendo de aquí el jueves 24 de abril a las 2 de la mañana[3].
Es probable que por la necesidad de mantener la reserva del traslado, y debido a la instrucción de cubrir la imagen para resguardarla de la intemperie y de los ojos de los piadosos, esto se haya convertido en una tradición en los posteriores años, en que se ha envuelto para su peregrinar entre lienzos de seda, hasta celebrar el ritual del descubrimiento, poco antes de su heroico y sublime arribo a la ciudad:
“El sábado de la semana de Lázaro, provistos de faroles, paliacates, velas, frazadas y bordón, al pardear la tarde, van camino de Atotonilco los romeros. Al filo de la medianoche sale del templo el Señor de la Columna envuelto en mantas y sedas para preservarlo del relente y del polvo, y lentamente se inicia la procesión de 12 kilómetros durante la noche”[4].
En la época contemporánea, entre antorchas, farolas y lámparas, hierbas curativas y aromáticas, ofrenda de una diversidad de alimentos, infinidad de flores y coloridos arcos expresiones únicas del arte popular, rezos, alabanzas, música y cantos pasionarios, el domingo previo al de Ramos, el Señor de la Columna custodiado en su transitar por 30,000 fieles[5], ha sido recibido en la ciudad, año tras año, por una congregación de 65,000 personas[6] fortalecidas en su fe, en su inquebrantable creencia e ineludible legado.
Una sentida y viva narración de Leopoldo de Samaniego en su texto Buenos, malos y regulares, nos traduce la piedad, el auténtico fervor generacional y la singularidad de esta memorable tradición:
“Había en el atrio del templo de San Juan de Dios, contiguo al hospital y al panteón del mismo nombre del bienaventurado, una fuente cantarina circundada de bancas de ladrillo y era costumbre acudir allí todos los viernes de Cuaresma a comer lechugas y pacholes, que son unas tostaditas de sabor, composición y contextura especiales, luego de haber rezado el viacrucis en la iglesia y de haber ofrendado amapolas a la imagen del Señor de la Columna. Esta venerada escultura del Redentor, me causaba gran tristeza y conmiseración en la niñez, pues era y es la representación más viva que verse pueda de la crueldad y del dolor. Dos sañudos sayones, ataviados a la usanza de los soldados romanos del tiempo de Pilato, flagelan a Jesús con disciplinas y garfios. De la frente del Nazareno brotan rojos coágulos de sangre y sus espaldas se miran rojas, amoratadas, hechas garras. Tales sayones empavorecían a los párvulos, edificaban a las beatas y enfervorecían a los devotos indígenas, de entre los cuales uno, llevando la voz, cantaba a todo pulmón:
Ya lo meten, ya lo sacan,
ya lo vuelven a sacar…
ya le pegan los doscientos
en su santo costillar…”[7]
[1] Amador Marrero, Pablo F., Garza Villegas, Claudia A., Avendaño Esquivel, Ramón, Anteproyecto de restauración de obras escultóricas en torno a la Semana Santa de San Miguel de Allende, Gto., 2017. Proyecto de Restauración del Cristo Nazareno y Cristo de la Columna del Santuario de Atotonilco, Guanajuato, México, 2020-2022.
[2] Remigio González, formado en la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de San Miguel el Grande, sacerdote, artista nato, escultor y pintor, fue capellán de Atotonilco y apalabrado por Ignacio de Allende y Unzaga, para formar la Junta Secreta y el plan del primer movimiento emancipador de 1810.
[3] AGMSMA, Fondo Gobernación, año de 1919.
[4] Barajas, Franco, Viñetas Sanmiguelenses.
[5] Datos de la Dirección de Protección Civil de San Miguel de Allende, años 2017 y 2018.
[6] Años 2017-2018.
[7]De Samaniego, Leopoldo, Buenos, malos y regulares. Estampas sanmiguelenses