Por Carmen Rioja
En entrevista para Atención San Miguel, la Arqueóloga Gabriela Zepeda García Moreno, Directora del equipo interdisciplinario de investigación y conservación del Sitio Arqueológico Cañada de la Virgen, así como el antropólogo Alberto Aveleyra Talamantes, Director de Amigos del Museo Histórico de San Miguel, coautores del proyecto Izcuinapan, y el arqueólogo Hugo Olalde precisaron los sorprendentes hallazgos una vez que se diera a conocer la declaratoria de Zona de Monumentos por Decreto Federal publicado en el Diario Oficial, el pasado 19 de septiembre, gracias al expediente conformado a través de varias décadas de trabajo.
Al parecer, el sitio presentó una temporalidad de ocupación que va del año 540 al 1050 de nuestra era y comprende cuatro estructuras piramidales de gran dimensión, patios hundidos, un amanalli o estanque de obra hidráulica prehispánica, además conserva la calzada de ingreso, y una gran colección de objetos ceremoniales en cerámica, lítica, concha y hueso, recuperados en contexto de excavación y asociados a 19 entierros rituales. Estas son las respuestas de su equipo.
Carmen Rioja (C.R.): ¿Cuándo inicia la arqueología como disciplina científica en San Miguel de Allende?
Gabriela Zepeda (G.Z.): Las primeras noticias que tenemos de los sitios arqueológicos y de la presencia prehispánica de pueblos sembradores de maíz en San Miguel de Allende datan de finales del siglo XVI. La primera excavación con tintes científicos fue realizada en los tiempos de San Miguel el Grande, en 1777, por Benito Diaz de Gamarra, con el fin de responder la pregunta de las autoridades virreinales sobre las “antigüedades” de San Miguel.
C.R: ¿Hace cuántas décadas iniciaron las primeras exploraciones de la Zona Cañada de la Virgen?
Alberto Aveleyra (A.A.): A mediados del siglo XX, en 1956, Miguel Malo Zozaya y su amigo Miguel Redondo Olivares hacen una expedición al sitio que hoy conocemos como zona arqueológica Cañada de la Virgen, al darse cuenta de su importancia, por la arquitectura y los artefactos encontrados, dan noticia al INAH y solicitan una comisión de arqueólogos para visitar ese y otros sitios arqueológicos de la región. Al llamado acuden los arqueólogos Jorge R. Acosta y Ponciano Salazar, que en ese momento excavaban Tula, Hidalgo. Salazar escribe un informe arqueológico y así comienza la historia de la arqueología científica en San Miguel de Allende.
La zona arqueológica Cañada de la Virgen comenzó a ser excavada a finales de los años ochenta del siglo XX por el arqueólogo Luis Felipe Nieto Gamiño con apoyo de Don Patterson, quién comenzó a excavar y consolida el sector norte del Complejo A; registra además tres entierros, envía muestras a los Laboratorios del INAH y obtiene el primer fechamiento por carbono 14 del sitio.
En 2002, dio inicio el proyecto arqueológico Cañada de la Virgen bajo el liderazgo de la arqueóloga Gabriela Zepeda García Moreno quien coordinó un equipo multidisciplinario que excavó los tres templos principales encontrando 19 entierros con sus ofrendas, gestionó 23 fechamientos de carbono 14 que permitieron proponer para el sitio una temporalidad que va de 540 a 1050 d.n.e.
C.R: ¿Qué nos pueden contar de los entierros rituales que se encontraron en el contexto de las pirámides?
G.Z: De los entierros sobresalen dos, los entierros 13 y 5, el primero es una mujer de 52 años, la Jerarca; la segunda es una niña, la Niña Guerrera, los fechamientos de sus huesos mostraron que ambos personajes murieron unos mil años antes de ser enterradas en el Complejo A. La Jerarca en el templo ubicado en la cima de la pirámide y la Niña Guerrera en uno de los cuartos que rodean el patio hundido ubicado al sur de la pirámide. Ambos bultos funerarios permiten proponer que estamos en un lugar donde el culto a las abuelas, al lado femenino del cosmos, a la ancestría, tuvo un espacio preponderante.
C.R: ¿Es correcto decir que las pirámides y el sitio en general estaba orientado a la observación de los astros y medición del tiempo?
G.Z: Los estudios de astronomía realizados en el mismo complejo arquitectónico mostraron la existencia de sofisticados calendarios de horizonte asociados a las cuentas mesoamericanas del tiempo, se mostró también que tanto el ciclo del sol como el de la luna resultaron fundamentales en tiempos prehispánicos. La importancia del calendario lunar en Cañada de la Virgen y también en las fuentes sobre los pueblos otomíes, condujo a la hipótesis de este grupo como principal ocupante del sitio.
C.R: ¿Fueron de filiación Otomí los pobladores de la zona en ese entonces, como se ha publicado últimamente?
A.A: Es importante anotar que la hipótesis de población otomí y la propuesta de que este grupo étnico construyó y habitó los sitios arqueológicos de San Miguel y la provincia Laja, ha sido la más persistente a lo largo del tiempo; desde el siglo XVI fue planteada por ser el pueblo agricultor más cercano a Cañada de la Virgen en aquellos tiempos, y también la propuso Gamarra en el s. XVIII.
A lo largo de la historia de San Miguel siempre se planteó que la hipótesis de la presencia otomí prehispánica parecía la más probable. Sin embargo, la investigación arqueológica consiste en poner a prueba sus hipótesis y refutar o afirmar con datos obtenidos de excavaciones, resultados de laboratorios y de rigurosos estudios donde convergen numerosas disciplinas, y los resultados de esas pruebas, conducen a la veracidad o a la falsabilidad de nuestras hipótesis, y van ampliando nuestros conocimientos sobre los pueblos del pasado.
G.Z: Así lo hicimos, su servidora arqueóloga Gabriela Zepeda y la Dra. Karla Sandoval, que realizó estudios genéticos a los entierros de la zona arqueológica. Los resultados iniciales de esta investigación muestran que la Jerarca, la abuela primordial de Cañada de la Virgen, tiene un ADN que guarda relaciones con pueblos nahuas, además de puntualizar que es de sexo femenino, pues durante algunos años los antropólogos físicos del proyecto documentaron un esqueleto con características masculinas. Los estudios genéticos precisaron que se trató de una mujer.
C.R: ¿Eran entonces los pueblos originarios de estas tierras solamente nahuas?
G.Z: Otros dos entierros analizados se agrupan con poblaciones nahuas, sin embargo, otros guardan relaciones de ancestría con purépechas, tarahumaras y mayas. Este primer mapa genético expande los horizontes de nuestro conocimiento sobre el pasado prehispánico de San Miguel de Allende, nos muestran un pasado más complejo del que esperábamos encontrar, un sitio multiétnico con una antepasada nahua. Un sitio donde se reverenciaba a los ancestros femeninos.
C.R: ¿Qué significa en términos de las futuras investigaciones, la reciente declaratoria y ampliación de la zona de sitios y monumentos?
G.Z: La zona de monumentos arqueológicos Cañada de la Virgen comprende no solo los templos principales, también integra un importante sector del paisaje procesional que conducía a los peregrinos prehispánicos hasta la calzada ceremonial del Complejo A. La zona arqueológica se ubica en una microcuenca cuyo rasgo principal es un impresionante sistema de siete cañadas por las que corre el cauce principal y fue usada como ruta ceremonial para entrar y salir del santuario prehispánico. Este escenario geográfico donde el agua, las cañadas, los bosques y los cerros entretejen un paisaje simbólico: un cerro-útero, un lugar de origen, un lugar de siete orígenes, un lugar de siete cuevas-cañadas, resulta fundamental para comprender la ubicación y la elección para ordenar el territorio sagrado y construir la zona arqueológica. Exactamente en el lugar de nacimiento del cauce y al fondo de la séptima cañada. Un lugar de las abuelas multiétnico ubicado en el interior de un cerro de agua al que se entraba y salía por su matriz de siete cañadas.
El Decreto por el que se declara como Zona de Monumentos Arqueológicos el área conocida como Cañada de la Virgen, ubicada en el municipio de San Miguel de Allende, del estado de Guanajuato, el cual comprende una superficie total de 722 hectáreas, 98 áreas y 55.50 centiáreas, fue publicado en el Diario Oficial el 19 de septiembre de 2022. Están incluidas las 16 hectáreas que son federales y tienen un perímetro cercado, además del polígono de amortización pactado años antes de la apertura y que comprende 172 hectáreas. Con este decreto el área de protección abarca una extensión casi cinco veces mayor.
Este es un instrumento federal que favorece la mejor preservación y resguardo de la zona arqueológica Cañada de la Virgen, abierta al público hace ya diez años, es un instrumento jurídico que sienta las bases para promover con autoridades competentes, la regulación del uso de suelo, la integración de las poblaciones aledañas en proyectos productivos, vinculados a la divulgación de la zona arqueológica y que atenúe un poco la pobreza.
Es también, un instrumento que permitirá establecer adicionalmente áreas de protección visual en las superficies de los cerros aledaños: Ojo de Agua, Mesa del Turbante y los Picachos donde rematan los ejes de simetría y alineación más importantes de la zona arqueológica y donde se puede observar la bóveda celeste en completa oscuridad. Algo similar a lo obtenido en el Decreto de la Zona de Monumentos Arqueológicos de Teotihuacan, donde los cerros Tlapachique, Metecatl, Colorado y Malinal son áreas de protección visual.
Con este instrumento, podremos promover el establecimiento adecuado de las servidumbres de paso necesarias para el acceso a los monumentos arqueológicos y su adecuado mantenimiento. Servidumbre que en la actualidad en época de lluvia es intransitable. También, establece los criterios para prohibir construcciones, modificar el uso de suelo, introducir cableados, transitar con vehículos motorizados tipo cuatrimotos o actividades que puedan afectar su conservación.
C.R: ¿Cómo se verá reflejado este logro en las presentes generaciones de la región y por qué no, para la protección del patrimonio cultural de la humanidad?
G.Z: Ahora también es factible promover programas educativos que estimulen la visita escolar y Cañada de la Virgen se llene de niños y adolescentes, el conocimiento y aprecio del patrimonio es la vía para su respeto y cuidado. Acuerdos con las instancias educativas para fomentar carreras técnicas vinculadas a la conservación, al programa de orientadores, a estimular una matrícula técnica que permita a los jóvenes de las comunidades aledañas capacitarse para el manejo de una zona arqueológica.