Por Jesús Aguado

El inicio de siglo comenzó abrupto, era la época de los perros rabiosos—esos a los que civiles quitaban la vida, según la historia oral. Era la época del tifo; también cuando los bienes mostrencos (que se encuentran en la calle sin dueño) eran depositados ante las autoridades, y el propietario podía reclamarlos. Por lo menos así era el Distrito de San Miguel Allende, donde las historias de alcohol, pistoleros, fuga de reos, e incendios en la cárcel, y en el archivo histórico tuvieron lugar. Lo curioso es que no fueron por apoyar a la revolución, esa rebelión en que los originales mexicanos estaban listos para pelear por tierra y “libertad”. Pero, entonces qué motivó a los sanmiguelenses a cometer esos actos vandálicos. 

Un tema de ejidos que no ha concluido

La Revolución Mexicana es el movimiento armado iniciado en 1910 para terminar la dictadura de Porfirio Díaz y que, oficialmente concluyó con la promulgación de la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, ésta fue la primera a nivel mundial en reconocer las garantías sociales y los derechos laborales colectivos. Por ello, cada 20 de septiembre es un día nacional, porque marca el inicio de la lucha que luego atrajo el tema “Tierra y Libertad”. 

John Keneth Turner escribió México Bárbaro. Para introducir al libro plantea ¿Qué es México? Además, ya en 1909, adelantaba una revolución a favor de la democracia; y es que el general Porfirio Díaz se había mantenido en el poder casi 30 años—28 de noviembre de 1876-25 de mayo de 1911; una época en la que se privilegió a los intereses extranjeros y los locales—sobre todo campesinos—fueron usados para la mano de obra barata.  

En sus textos, Turner relata que conoció el verdadero México, donde las leyes y la constitución eran justas, pero no se cumplían. Era, escribió, “un país sin libertad política, sin libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin partidos políticos” y remató que era un país “sin libertad para conseguir la felicidad”. Apuntaba Turner—porque visitó y recorrió el país—que México era una tierra donde no había habido elecciones durante más de una generación, donde no había habido lucha electoral para ocupar la presidencia porque el poder ejecutivo gobernaba todo con un ejército y además, los puestos políticos tenían un precio fijo. 

A Porfirio Díaz, se le atribuye un gran desarrollo del país—fue quien introdujo el ferrocarril—sin embargo, los costos de las vías férreas fueron no sólo colocados, sino pagados por los bajos estratos que nunca se beneficiaron de éste, sino que fue para desarrollar un capitalismo que hizo ricos a los ya ricos. 

Porfirio Díaz

El gobierno de Díaz, fue siempre apoyado por mexicanos aristócratas y capitales de empresas extranjeras. Fue también durante la época cuando las haciendas tuvieron su mayor apogeo, pero gracias a peones casi esclavizados a quienes imponían deudas interminables en las tiendas de raya; incluso en Yucatán, Turner señalaba que las haciendas eran tan grandes que tenían pequeñas ciudades hasta de 500 a 2,500 habitantes “y los dueños de estas extensiones eran los principales propietarios de esclavos”. Entonces, los peones trabajaban la tierra, pero no les pertenecía. 

La verdad es, que la revolución fue primeramente para evitar la reelección del presidente Porfirio Díaz y luego, para conseguir la propiedad de la tierra. La presidencia de Díaz, fue sucedida por Francisco I. Madero—quien hizo el llamado a tomar las armas contra el gobierno. Díaz renunció al poder el 26 de mayo de 1911 y se exilió en Francia. Madero fue electo presidente, pero debido a inconformidades fue muerto en 1913. Hasta ahora, los historiadores no han logrado ponerse de acuerdo sobre la fecha de término del conflicto. Gracias a la revolución, hoy hay un sistema electoral; y las grandes extensiones de tierra fueron retiradas a los hacendados, y surgieron entonces los ejidos porque la tierra es, o por lo menos hace cien años era de quien la trabajaba. 

Lo cierto es que fue también ese tema, el de los ejidos, es el que los ha prevenido del desarrollo y los servicios públicos, porque la tierra se vuelve irregular al partirse, repartirse, y venderse—y sobrevenderse—entre amigos, vecinos, conocidos, propios y extraños. Y entre la sosa tramitología del Registro Agrario Nacional, y la desidia de los antiguos y nuevos dueños por “hacer las cosas bien”, la tierra se queda así, irregular. 

Y el ejemplo está cerca, ahí está el Ejido de Tirado y sus colonias periféricas; pero también, y a la vuelta del Puente Bicentenario, está Nuevo Pantoja, un lugar que hasta hace poco no tenía electricidad, ni agua potable, y que no tiene drenaje todavía, porque la tierra es así irregular. 

Luego de cien años del mote “Tierra y Libertad”, los terrenos entregados a grupos comuneros siguen sin servicios. En México hay casi 30 mil ejidos; 56 de ellos están en San Miguel. Nuevo Pantoja originalmente contaba con 356 hectáreas, y parte de la zona fue expropiada a la familia Araiza por el gobierno federal, para entregarlo a los ciudadanos de Pantoja que en 1969 se vieron impactados por la inauguración e inundación de la Presa Ignacio Allende. 

Fueron 33 los hombres que desde 1950 hicieron la petición a la federación para que les entregara dotación de tierra, y sí fueron beneficiados con el territorio entre colonia Allende, La Lejona, y la Estancia. En 1970 llegaron los nuevos pobladores a ocupar el espacio que disputaron en tribunales con Raúl Araiza (QEPD). “Peleamos con él en los tribunales, y en todos le ganamos. La tierra es nuestra, y si alguien se la expropió fue el gobierno, ya luego él buscaba que la federación lo indemnizara” en una plática dijo para Atención José Luís Servín, comisariado (autoridad) ejidal de Nuevo Pantoja. Esa colonia, está divida por el Libramiento Manuel Zavala, y mientras que del lado norte ya cuenta con algunos servicios y mejoras, el lado sur sigue todavía con su agua irregular, apenas hace poco tuvo luz, y las calles siguen de terracería. 

Memorias de hace un centenar de años

Los archivos religiosos, por lo menos el de la parroquia de San Miguel Arcángel, están casi intactos, de acuerdo a la historiadora Graciela Cruz. El Archivo General del Municipio de San Miguel de Allende, éste inició a partir de 1870. Durante la revolución el archivo estuvo a punto de desaparecer y es que el 18 de mayo de 1911 rebeldes—que apoyaban a Madero—entraron al edificio de presidencia municipal y saquearon e incendiaron el archivo. Previamente, la historiadora dijo para este medio que la falta de documentos en ese archivo es debido a la negligencia y malas decisiones que las administraciones han tomado para conservar la memoria histórica civil que “está perdida”. 

Cuando quemaron el archivo, versión oral

María Antonieta Camargo es hija de José Guadalupe Camargo; quien a la vez es sobrino de Fidencio Camargo. En una plática con Antonieta, nos contó la historia que su padre le contó varias veces. A inicios de 1900 había tres hermanos: Fidencio, Melesio y Rodrigo Zamora Camargo. Los personajes eran dueños de magueyales en la salida a Querétaro—en el Valle—y se dedicaban a comerciar aguamiel y pulque. 

Acorde a Antonieta, los Camargo “eran de armas tomar”; Fidencio bajaba al centro a comercializar el aguamiel o pulque, “tenía la costumbre de disparar. Le ponían multas, pero él sólo se reía”. En una ocasión, indicó Antonieta, pasó varios días bebiendo en el centro y cuando disparó, los soldados lo hicieron enojar y lo querían atrapar; él se fue a la casa (como siempre en su caballo), regresó con petróleo y lo arrojó a la puerta de la cárcel; le pegaron un balazo en el hombro derecho”. Camargo dijo que Fidencio se encomendó a la Virgen de Guadalupe y entonces sólo sintió que cuando lo iban siguiendo por incendiar el edificio, una enramada comenzó a crecer a su alrededor y nadie lo encontró. La mujer comentó que nunca fue juzgado. 

Versión documentada

En el archivo hay telegramas enviados de Guanajuato al distrito de San Miguel Allende, para asegurar que la paz había sido firmada, sin embargo pide se tomen las medidas necesarias en caso de hostilidades. 

El 8 de junio de 1911, un documento fue emitido por el jefe de gobierno del distrito, Jesús García, para poner a disposición de un juez—y en la cárcel—a Feliciano Camargo, Manuel Ramírez, Josué Muñoz, Felipe Ramírez y María Vidal “acusados de haber tenido participación muy directa en el motín, incendio del palacio municipal, evasión de presos y robos cometidos en esta ciudad el 18 de mayo último”. 

Todo fue culpa del alcohol

Un juicio de amparo, promovido por Paula Moya, indica en los hechos narrados por el juez de distrito que la jefatura política emitió una circular para controlar la venta de bebidas alcohólicas pues “el principal y quizá único motivo de los desagradables criminales actos perpetrados por el populacho a esta ciudad el 18 de mayo, fue la embriaguez desenfrenada”. Después de emitir ese documento (la circular) “fue conducido a la cárcel, por la policía casi en estado comatoso, un individuo del bajo pueblo quien al ser interrogado expuso que de plano todo el alcohol que habían ingerido le fue proporcionado por Paula Moya”. Durante el juicio, acorde al documento, la acusada agredió al acusador y a ésta se le fue impuesta una multa de cinco pesos que luego “por sus lloros y ruegos” fue reducida a 1.25 pesos. 

En este documento se señala que la revolución había triunfado. “La señora Moya es de las personas que creen de buena o mala fe, o por ignorancia, que con el triunfo de la revolución pasada, ya no hay gobierno, ni leyes, ni respeto sino mucha libertad, y en ese falso supuesto consideró que podía ampliamente obrar a su arbitrio” al vender desconsideradamente bebidas embriagantes. 

El Archivo Municipal se encuentra en Plaza Primavera. Está abierto al público general de lunes a viernes de 9am-4pm. El responsable del archivo no hace búsquedas particulares sino que el interesado debe asistir físicamente. Lo que sí, es que localiza los archivos que el solicitante requiera para hacer su búsqueda.